El cine, arte e industria, se renueva todos los años


El cine tanto como un arte es una industria, la segunda industria mundial después de la del acero, y como tal necesita producir todos los años cantidad abundante de nuevos filmes. De éstos, muchos no pasan el nivel de lo efímero. Pero todos los años el nombre de una nueva película o de un nuevo realizador se suma también a la lista áurea de los ya consagrados por la historia del nuevo arte.

Hemos visto así el surgimiento de nuevas cinematografías, como la japonesa, a la que pertenece Rashomon y Los siete samurais, ambas de Kurosawa, o la polaca que nos ha dado Kanal y Cenizas y diamantes, de Vajda, mientras que las tradicionales, como la francesa, han visto renovarse sus filas con jóvenes realizadores: Truffaut, autor de Los cuatrocientos golpes; Alain Resnais. del maravilloso Hiroshima mon amour; Albert Lamorisse, de El globo rojo y El viaje en globo. Obras como La dolce vita, de Federico Fellini; Rocco y sus hermanos, de Visconti; La aventura, de Michelangelo Antonioni; Cuando muere el día y La fuente de la doncella, ambas de Ingmar Bergman; La balada del soldado, de Tchoukhrai; La patrulla infernal, de Kubrik, son algunos de los nombres que se recordarán más allá del éxito, muchas veces circunstancial y efímero, que acompaña a la obra cinematográfica.

También en el cielo de los “astros” y de las “estrellas” rutilan nuevos nombres. Algunas son esto y nada más: un nombre al que acompaña un rostro mitologizado por una publicidad sensacionalista; pero otros pertenecen a la obra de arte que sin ellos no hubiera sido lo que fue. Olvidando a los primeros, citemos a la incomparable Anna Magnani, María Schell, Ingrid Bergman, Emmanuelle Riva, Mashiko Kio, Vittorio de Sica, Toshiro Mifune, Gérard Philipe, Alee Guiness, Alain Delon, entre otros no menos ilustres.

Lógicamente que la última palabra sobre arte cinematográfico dista mucho de haber sido dicha, pues como creación humana que es, está sometido a las variaciones y cambios del espíritu, a las fluctuaciones del gusto y al paso del tiempo. Sin embargo, no cabe duda alguna sobre la vigencia y permanencia de este nuevo arte que representa maravillosamente al hombre contemporáneo y refleja su modo de vida, agitado y lleno de riesgos como quizás no lo logra otro arte en nuestro tiempo.

En todos los países que se consideran de vanguardia, el cine ha tomado una importancia trascendental y aquellos países que no han logrado aún su expresión cinematográfica o que se encuentran todavía en una etapa rudimentaria, luchan afanosamente por conseguirla. Cada vez más despojado de elementos innecesarios, y de teatralidad, tanto en cuanto al tema como a los medios expresivos, el cine parece haber encontrado, por fin, su verdadero camino, como arte independiente.