Un túnel a trescientos treinta y cinco metros de profundidad


Cuando el agua llegó al río Hudson, ofrecióse una nueva dificultad. El río es ancho y profundo; y el lecho de roca del mismo poco resistente y con numerosas grietas. Por fin, después de socavar a una gran profundidad, se halló roca firme. Entonces se abrió un pozo de trescientos treinta y cinco ellas, o bien por medio de tubos de dio a barrenar para abrir un túnel hasta el centro del mismo. A una profundidad de trescientos treinta y cinco metros, dos grupos de hombres horadaban sin cesar, hasta llegar a encontrarse, de un modo algo parecido a lo que sucedió en los gigantescos túneles del Simplón y San Gotardo. Tan cuidadosamente se habían efectuado los cálculos, que los dos túneles se juntaron debajo del río precisamente en el sitio señalado por los ingenieros. Este túnel también fue revestido de hormigón. De manera que, cuando el agua llega al gran río. baja 335 metros, corre por debajo de su lecho y asciende de nuevo a la superficie terrestre, para continuar su camino hacia el segundo depósito. En la misma forma fueron cruzadas, o mejor dicho, minadas, corrientes de agua más pequeñas. Pero cuando se llegó a la ciudad, el trabajo ofreció todavía mayor interés. Los cimientos de los grandes edificios penetran a gran profundidad en el suelo; los túneles de las vías férreas cruzan la ciudad; y debajo de cada calle existe una red de cloacas, tuberías de agua y de gas, para cables eléctricos y telefónicos, y otras pollas cuales circulan las cartas con la velocidad de un tren expreso. Las obras no debían perjudicar en modo alguno la seguridad de estas instalaciones; y por otra parte, precisaba tenerse presente la enorme presión del agua pugnando por hallar salida. Si tal sucediera, hombres, caballos, edificios, cuanto a su paso se opusiera, sería arrastrado por la corriente.

Por tal motivo se hizo pasar el gran río subterráneo a tan gran distancia debajo de la superficie, que en todo el trayecto hay siempre encima del agua aprisionada, por lo menos, cuarenta y cinco metros de roca sólida. A lo largo del camino que había de seguir el túnel se abrieron pozos de mina, tal como se había hecho para cruzar el Hudson, y con pico y dinamita se construyó el paso destinado al agua. Los pedazos de roca eran conducidos en vagonetas al fondo de los pozos y elevados a la superficie para ser retirados. A fuerza de trabajo llegó un día en que los obreros del pozo de la calle n" 150, minando en dirección sur, llegaron a oír a los del pozo de la calle n" 135 que trabajaban en dirección norte. Entonces se aplicó la mecha al último barreno, y los hombres se encontraron. Desde cada pozo trabajaban los obreros en dos direcciones para dar con los que lo hacían en sentido contrario.

En la parte baja de Nueva York la roca era mala; y por eso el túnel corre allí, durante un largo trecho, a 229 metros bajo tierra.

Pasa luego por debajo del río del Este, hasta penetrar en Brooklyn, y en aquel lugar se bifurca. Una galería avanza asimismo por debajo de los Narrows hacia la isla de Siaten. que forma parte de la ciudad de Nueva York, y el agua desemboca en un depósito a 192 kilómetros de la presa, cuatro días después de haber entrado en la tubería.

Este túnel debajo de la ciudad también está revestido de hormigón, de manera que, aunque hubiese alguna grieta en la roca, no puede escapar el agua. En cada pozo, grandes tubos de hierro ascienden para unirse a las cañerías principales o de primer orden colocadas muy próximas a la superficie de la calle; y de éstas parten las secundarias que conducen el agua a domicilio.

De modo que el agua procedente de un grifo en la isla de Staten, antes de salir por la llave, hubo de caer primero en forma de lluvia en las laderas de los montes de Catskill, reunirse en corrientes, pasar al gran depósito y de allí al gran acueducto. Su carrera la llevó por cerros y valles, salvando montañas y por debajo del río Hudson, al segundo depósito y luego a un tercero. Finalmente, en las entrañas de la ciudad, un túnel de más de tres metros de diámetro la lleva al otro confín y bajo el lecho del río del Este, a la bahía de Nueva York.

Como vemos, el abastecimiento de agua a las grandes ciudades es complejo, y debe bastar, no solamente a la higiene y salud de sus habitantes, sino también a las crecientes necesidades de su industria. Entre otros factores que deben tenerse en cuenta al planificar las obras, el más importante es el crecimiento de la población, variable en cada caso, a fin de que el trabajo, realizado de manera satisfactoria en determinada época, no se torne, poco después, insuficiente, y pueda crear nuevos problemas.