Los operarios tenían que asirse a las algas mientras las olas les pasaban por encima


Las olas saltaban veloces sobre la roca, con pocos minutos de intervalo, y los pobres obreros tenían que arrojarse al suelo, asirse a las algas con toda su fuerza y contener la respiración hasta que la ola les había pasado por encima; entonces se levantaban y proseguían otra vez su obra. Cuando se construyó el primer faro de Eddystone tardóse cuatro años en hacer doce agujeros en la roca, en los cuales debían montarse los cimientos para sostener el faro.

Y aquí es cuando verdaderamente empieza el trabajo. Hay que llevar al lugar de la obra útiles pesados y maquinarias, y toda clase de piedras y de materiales, ya en bote, ya en vapor, y el colocarlos en su debida posición resulta un trabajo duro y peligroso.

Una de las más admirables construcciones de faros fue la de Beachy Head, en el sur de Gran Bretaña. Antiguamente había allí una farola en lo alto del acantilado, pero resultaba demasiado elevada. En noches de niebla los navegantes no podían ver su luz desde el mar, y por esto se hubo de construir un nuevo faro al pie del acantilado, pero mar adentro. Primeramente tuvieron que hacer un gran agujero en el fondo calizo del mar; después, cuando estaba baja la marea, construyeron en torno de este agujero un muro de contención, alto y espeso, llamado ataguía. Ésta era tan alta que se podía trabajar cómodamente dentro del hueco o agujero, hasta que la marea volvía a subir, pues entonces los obreros veíanse obligados a retirarse.

Enseguida se construyó una alta plataforma de hierro en el mar, por el estilo de un muelle, pero algo más corta, y muy resistente, que les servía de taller y almacén, donde depositaban sus útiles y aparatos cuando subía la marea. Además, en lo alto del acantilado tenían otro taller, con toda clase de materiales de construcción.