Los dorados racimos de ricas uvas y el cultivo de la vid

El cultivo de la vid y el consumo de su fruto data de la más remota antigüedad. Los arios y los semitas conocieron y tuvieron en gran estima esta planta, que introdujeron en todos los países invadidos por ellos: Egipto, India y Europa, donde hallaron la vid silvestre.

En el mismo estado existía también en América desde tiempo inmemorial, pero no se conocía su cultivo en la época del descubrimiento de Colón, y los viñedos que viven hoy en algunas regiones traen su origen de vides introducidas por los europeos.

Algunas especies de cepas del norte de América han sido la salvación de muchas comarcas vinícolas de Europa, gracias a la propiedad que aquéllas tienen de vegetar indemnes y lozanas, aun en terrenos infestados por plagas como la filoxera. Este hecho ha sugerido la idea de plantar como patrones vides americanas, e injertar en ellas variedades europeas, con lo que se han obtenido excelentes resultados.

La vid se halla difundida por todos los países que gozan de una temperatura media estival, y en los países fríos es cultivada en estufas o invernaderos, cuyos emparrados presentan en la época de la madurez del fruto un hermoso aspecto.

Muchas son las variedades de la uva, tanto por el colorido cuanto por el sabor. Las moscateles, de tono blanquecino y gusto algo almizclado, dispuestas en apretados racimos; las de malvasía, redondas y tiernas, que forman racimos bastante grandes; la uva de verano, del norte de América; la York-Madeira, Elvira, Virginia y otras análogas, nos dan idea de la gran diversidad de este jugoso y saludable fruto, de tan difundido consumo.