El espinoso cardo comĂșn, que no atemoriza a los jilgueros


Suele hallarse el cardo común creciendo en los campos o al abrigo de las rocas. Llama mucho la atención, con sus tallos armados de punzantes protuberancias. El follaje de esta planta es también muy espinoso; la hoja, cuya cara interior es blanquecina y vellosa, termina en punta afilada como la de una lanza. Las cabezuelas purpúreas o azules del cardo común son grandes y hermosas, aunque las flores están desprovistas de lígulas; consisten en simples penachos de frágiles florecillas tubulares, que son en breve reemplazadas por los aquenios y el vello, blanco y suave, tan conocido. Los primeros sirven de alimento a los jilgueros, que no temen las punzantes espinas, y tapizan el interior de sus nidos con el último, por lo que se los ve revolotear constantemente alrededor de esta planta. Al llegar a sazón los aquenios, y al abrirse ligeramente las brácteas espinosas que rodean al capítulo, lo que les permite desprenderse del cardo, flotan en el aire sostenidos por su paraca idas de blanca pelusilla.