Cómo se combatió eficazmente a una plaga de ratones


Hace algunos años hubo en el sur de Inglaterra una plaga de ratones. Roían las raíces de los robles, destrozaban las de los castaños, arrancaban la corteza del acebo, y de los árboles silvestres, y se devoraban los brotes.

La gente no sabía qué hacer, hasta que por último se consultó a un anciano de mucha experiencia, el cual, desde luego, acertó con el remedio. Fundándose en el hecho de que cuando los ratones caen en un foso no pueden salir de él, cavó una serie de hoyos en el lugar en que estaban los roedores. Cada hoyo tenía una profundidad de sesenta centímetros y poco menos del mismo ancho en la parte de arriba, pero algo más en el fondo. La distancia de uno a otro era de unos quince metros. Miles de ratones cayeron dentro de esos fosos; el anciano, por su parte, recibió una recompensa por haber cogido 100.000, pero perecieron muchos más.

Acudieron alrededor de los fosos las comadrejas de toda la región y pasaron varias noches comiéndose a los ratones; luego vinieron los mochuelos, los gavilanes y los halcones, también para devorarlos, y todos se hartaron de lo lindo.