Gran bancal de lijas que abarcaba una extensión de casi cincuenta kilómetros


Las lijas se nutren de arenques, sardinas y otros peces pequeños, siendo abundantísimas en las costas europeas. Los barcos pescadores las hallan en tal número, que en cierta ocasión se sacaron 20.000 de una sola redada; y se han visto bancos de lijas formando una aglomeración compacta de cuarenta o cincuenta kilómetros de anchura. Se comprende que, cuando masas como éstas invaden una pesquería, los dedicados a esta industria tengan que suspender momentáneamente sus operaciones.

Las lijas ponen los huevos, de tamaño bastante grande, contenidos en unas cápsulas coriáceas muy resistentes que suelen verse en las playas y son conocidas con diversos nombres. De los lados de esas cápsulas salen pequeños zarcillos con los cuales se sujetan a las algas. La hembra se queda vigilando para que no les ocurra ningún percance. Las que encontramos a veces en nuestros paseos por la orilla del mar de ordinario no contienen ningún huevo y son sencillamente los envoltorios vacíos abandonados por las crías.

Hay en el mar otros dos grandes señores del agua, si bien uno de ellos no pertenece al grupo de los peces cartilaginosos o elasmobranquios. Ellos son el pez espada y el pez sierra. El pez espada es un pez óseo, de gran talla, la que a veces sobrepasa el doble de la altura de un hombre, y su mandíbula superior se prolonga en forma de espada aguzada. Es uno de los animales más peligrosos del mar, pues a su extraordinaria velocidad une una gran acometividad. Tiene una extraña manera de atacar; da un gran salto y se lanza de cabeza sobre el enemigo, para herirlo con su espada. Su fuerza es tan grande, que es capaz de atravesar el cuerpo de un hombre, de lado a lado, o de perforar el casco de una embarcación pequeña. Tiene carne muy estimada como comestible, y su pesca constituye un excelente deporte.

El pez sierra llega a medir hasta seis metros de longitud; presenta el rostro prolongado por un apéndice largo y aplanado, provisto de una serie de dientes agudos, en sus dos bordes. Se lo encuentra habitualmente en las cercanías de la desembocadura de los grandes ríos, donde hace verdaderos estragos entre los peces de agua salobre.