El indómito camello que acometió a su camellero


Un distinguido oficial inglés se aproximó cierto día al conductor del camello mencionado. Al referirle el conductor dicha historia, se olvidó de su peligroso héroe, despreocupándose del maligno animal. El camello lo embistió con la boca abierta, pero el hombre era muy ligero y, apartándose rápidamente, se abalanzó sobre la bestia. Saltó sobre su cabeza, la sacudió violentamente y mordió al animal con sus dientes en el hocico. El camello, que ya había matado a dos hombres, reconoció a su amo y se quedó quieto y dócil como una oveja.

Hechos como éste son los que nos dan idea de cómo ha sido siempre sostenida la guerra en Oriente con los camellos. Por ello no debemos sorprendernos de la reputación de ferocidad y perversidad que tienen, reputación sin precedentes entre los animales domésticos.

Aun entre ellos mismos luchan espantosamente. A falta de cuernos, utilizan sus dientes; con éstos cortan y tiran de su enemigo hasta que lo-hacen caer, y entonces lo golpean con las rodillas hasta que lo matan. Un encuentro entre camellos enfurecidos es un espectáculo horroroso y peligroso al mismo tiempo, pues con el ejemplo de los dos primeros se contagian los demás, que gritan y pelean entre sí con una furia indescriptible y ocasionan tales perjuicios a las mercancías que el solo hecho de hablarle de esto a un nativo le produce pánico.

Es posible que muchos camellos se encuentren en estado salvaje en el inaccesible corazón del Tíbet. Pueden ser descendientes de los que en alguna época estuvieron domesticados. En Asia Central existen camellos salvajes, astutos y perversos. Nadie puede aproximarse a ellos en los extensos arenales. Hay quien opina que proceden de una civilización desaparecida. Hace cerca de tres siglos, grandes tormentas de arena barrieron muchos pueblos de Asia. Los camellos salvajes pueden proceder de los que escaparon de esas tormentas. Otros científicos dicen que esos camellos siempre fueron salvajes.