La capacidad del elefante para educar a sus hijuelos


El elefante, durante el período de la lactancia, muestra a sus padres una adhesión tan grande como el hipopótamo, al que supera en inteligencia. Si se coge un elefante joven, es posible enseñarle un sinfín de habilidades que parecen propias del hombre; pero la madre es la que mejor sabe amaestrar a su hijuelo. Véase, si no, el caso de aquel elefantito que se produjo en la cabeza una herida muy grave. Parecía un niño enojado que se ha hecho un corte en un dedo; no había medio de acercarse a él y no consentía que nadie lo curara. Fue necesario hallar algún remedio, pues la herida era de cuidado y podía acarrear al pequeñuelo consecuencias fatales; el guardián tuvo que acudir a la madre, la que al punto echó de ver que su ayuda era necesaria.

Cogiendo al elefantito con la trompa, lo obligó a ponerse de rodillas, y lo mantuvo en esa posición mientras el veterinario curaba la herida, y esta operación se repitió tantas veces como fue preciso. Las crías de la cebra y la jirafa no son adiestradas en esa forma: les enseñan a huir del hombre del mismo modo que huyen del león, del chacal y de la hiena. Si, no obstante, se logra capturarlas y se las trata con mucho cariño, viven felices en los parques zoológicos, donde no hay hienas ni leones que las persigan y maten. Los guardianes de esos parques suelen demostrar extremada solicitud y ternura con las bestias confiadas a su cuidado. Hay que verlos cuando nace una cría, que, por cierto, no siempre es bonita. Un acontecimiento de esta naturaleza convierte a todos los guardianes en una especie de niñeras. Cuidan al recién nacido, lo miman, juegan con él y lo consuelan cuando atraviesa el período de la dentición. Si enferma uno de esos animalillos, todos los empleados del zoológico se muestran interesados en su pronta curación.