Cuadrumanos que dan a su prole firmes hábitos de higiene y buen comportamiento


Puesto que hemos mencionado de qué modo utilizan la cola los monos del Nuevo Mundo, convendrá que recordemos la tierna solicitud con que la mona lleva a su hijuelo cuando éste no ha adquirido todavía el desarrollo suficiente para correr muy de prisa. Alguna vez lo sostiene con un brazo, pero pronto le enseña a agarrársele firmemente de los pelos que le cubren el cuerpo, a fin de que cuando ella se vea en el trance de huir de algún peligro, tenga libres los cuatro miembros para correr sin que nada estorbe su carrera.

Algunos de los grandes simios, que no gozan de buena reputación en lo tocante a limpieza, son más aseados de lo que parece, pues llevan a sus hijos hasta la orilla del agua y les enseñan a lavarse. Esto, al principio, no les agrada; pero si conociesen la Historia Natural podrían contestar a quienes se lo reprochasen: “No es de admirar que a nosotros no nos guste el agua, ya que tampoco les gusta a las focas pequeñas y a otros muchos seres acuáticos”. Y así es, efectivamente. Las crías de la foca, al entrar en el agua por primera vez, suelen mostrarse reacias, y es preciso que la madre dé pruebas de mucha paciencia para lograr que se introduzcan en aquel elemento que ha de ser luego su ambiente habitual. A las jóvenes nutrias, a pesar de que este mamífero es uno de los mejores nadadores del reino animal, hay que enseñarles a que no tengan miedo de sumergirse en los ríos, del mismo modo que las crías del cóndor o de la golondrina han de aprender a volar. Tal vez no sea muy exacto que los jóvenes castores han de aprender a ejecutar los trabajos propios de su especie; pero al menos puede afirmarse que empiezan por grados, y que no los realizan hasta después del verano, durante el cual se han pasado el tiempo jugueteando por los bosques. Entonces es cuando sus padres los llevan a la orilla de los ríos; y mientras aquellos prosiguen su labor, acumulando provisiones y disponiendo la madriguera para pasar el invierno, los pequeñuelos juegan a imitar el trabajo de sus mayores, arrancando ramillas que transportan de aquí para allá, levantando montoncitos de barro o cieno, y aplicando terrones de ese barro a las paredes del dique o a la vivienda construida por los padres. A ellos les parecerá sin duda que es cosa muy divertida; pero lo que hacen, en realidad, es prepararse para el oficio que más tarde han de cumplir.