De qué modo unos pocos huevos sustraídos proporcionaron seda a Europa desde el siglo VI


Causa asombro el pensar que los millones de gusanos que por espacio de 1.300 años han producido la seda empleada en toda Europa, provienen, principalmente, de unos cuantos huevos, llevados allá por dos frailes misioneros de China. Y, sin embargo, es exacto. El arte de elaborar la seda empezó, según hemos visto, en Asia. Los chinos guardaron el secreto lo mejor que pudieron; como es natural, les parecía muy bien que su país fuera el único que fabricara seda, y que todos los demás acudieran a China a proveerse de la que pudieran necesitar. Los chinos vendían mucha seda a Roma, pues los romanos, con todos sus adelantos, no sabían elaborarla. La situación no varió hasta que, en el año 550, el gran emperador Justiniano, que reinaba en Constantinopla, comprendiendo la importancia que tenía la industria de la seda, resolvió implantarla en el imperio de Oriente.

Dos frailes persas, que habían vivido mucho tiempo en China, le dijeron que conocían la manera de criar gusanos y el procedimiento para preparar la seda. Los mandó, pues, secretamente, al país mencionado, con la misión de traerle algunos huevos de gusano de seda. Los dos frailes recorrieron el camino a pie, y regresaron del mismo modo, llevándose unos cuantos huevos del valioso gusano cuidadosamente ocultos.