La vida y la muerte de los pólipos que trabajan en el seno de los mares


Aunque es cierto que los pólipos del coral ocasionan a veces daños de importancia, por otra parte son beneficiosos, pues forman tierras para que el hombre establezca su habitación en lugares ocupados antes por el mar. Varias especies de gusanos marinos perforan los poliperos de manera que las olas pueden luego despedazarlos; amontónanse grandes trozos de coral disgregado, que la fuerza de las aguas arroja sobre los arrecifes y reduce a menudos trozos; asimismo las conchas de numerosos animales son trituradas y mezcladas con la arena, originándose de este modo una masa que se va acumulando en las hendiduras del arrecife; en este suelo que se forma lentamente se depositan y arraigan semillas traídas de lejanas tierras por las aves, por el viento o por las corrientes marinas. Algunas veces van a parar allí grandes troncos de árboles que los ríos han arrancado, arrastrándolos hasta el mar; y estos troncos suelen llevar animales pequeños, como lagartos e insectos. Los árboles crecen y en ellos anidan las aves marinas, mientras las terrestres, empujadas por el viento, acuden allí a descansar; y por último, llega el hombre, y encuentra ya animales y vegetales, es decir, la vida en sus diversas manifestaciones. La isla, desde luego, presenta las condiciones necesarias para ser habitada; sólo falta cortar árboles para construir viviendas, contando desde aquel momento el mundo con otro nuevo lugar en que pueden morar seres humanos. Pero sus creadores fueron las miríadas de pólipos del coral que viven, se reproducen y mueren en el seno de los océanos.