De las flores animadas que crecen en las rocas de coral


En las rocas coralíferas abundan, realzando su belleza, las actinias o anémonas de mar, que a primera vista parecen formas vegetales como indica su mismo nombre.

La anémona es una linda flor que se encuentra en muchos bosques de Europa y del norte de América; pero la anémona de mar no es una flor, sino un animal que caza y devora otros animales. Posee, además, en virtud de algún instinto misterioso, la facultad de asociarse con otros seres, lo mismo que ciertas aves se asocian con los cocodrilos, con los búfalos o con los rinocerontes. Estos animales en forma de planta revisten aspectos tan variados como espléndidos. Ni las hadas de los cuentos podrían, con su varilla mágica, crear cosas cuyo encanto superase al de las actinias. Las hay de extraño porte, como sucede con las oculinas, llamadas así porque los cálices de sus colonias semejan ojos. Las anémonas, en su mayoría, se valen para hallar la subsistencia, de su sentido del tacto; muchas tienen tentáculos largos y sensibles cuyo aspecto imita el de los pétalos de una flor; si los toca algún animalillo de que la anémona pueda alimentarse, esos tentáculos se recogen rápidamente, aprisionando a la víctima y arrastrándola al interior del cuerpo.

Obsérvese a las actinias que se ven en los acuarios, ofreciendo a nuestra vista los más brillantes colores. Algunas crecen en el fondo, mientras otras están pegadas a la pared de cristal, como hongos de forma extraña, guarnecidos con franjas y con la copa vuelta del revés. Nadie diría que aquellos objetos puedan ser animales voraces que acechan alguna presa.