La hormiga ama tanto a los suyos como detesta a los extraños

Revelan claramente sus sentimientos hacia propios y extraños. Hormiga que, extraviada, se aventura en un nido extraño, será muerta; en cambio, si se devuelve a casa de su familia la hormiga que de ella fue sacada adrede para ser mantenida en cautividad durante meses, será reconocida inmediatamente por sus compañeras y agasajada.

Poco contribuye la memoria a este reconocimiento de las hormigas entre sí. Las guía el sentido del olfato, mejor dicho, el sentido del olor-contacto, gracias al cual una hormiga halla a otra perdida y puede volver al sitio donde una vez estuvo; y es curioso observar cuánto se agita una colonia, sospechando un peligro inmediato, si en su nido se pone un trozo de cáscara de naranja que haya estado anteriormente, durante algún tiempo, en otro nido.

Esto nos induce a pensar que acaso cada comunidad despida olor peculiar. En efecto, es así, por las siguientes razones: si hormigas extrañas incuban un huevo, la que nace no es reconocida por la familia, si a ella se la devuelve. Es más: en la vecindad hay seguramente nidos de la misma especie; sin embargo, nunca se equivocan: no conocen a la nacida de un huevo puesto en su nido e incubado en otro, ni matan a la que nace en su nido de un huevo puesto en otro.

Entre las hormigas, como entre sus parientes las abejas, hay reinas, machos y obreras.
Su desarrollo pasa por idénticas metamorfosis: del huevo nace la larva, que se transforma en ninfa, de la cual, finalmente, nace el insecto adulto o perfecto.

El principio de una colonia recuerda al de una colmena. De ciertos huevos nacen reinas y machos; de los otros, obreras. Como los primeros han de volar, poseen alas; las segundas, que hacen su trabajo caminando, no.