Cómo la reina, en ocaciones, funda una nueva colonia

Existen dudas acerca de cómo se inicia la colonia de ciertas especies. Lord Avebury, gran autoridad en la materia, no pudo conseguir que una colonia sin reina adoptara otra reina de la misma especie; todas fueron atacadas y muertas.
Se ha comprobado que en muchas especies la reina sola funda una colonia; en otras especies necesita el concurso de las obreras de su misma o de otra especie; de aquí se origina el llamado parasitismo social de las especies esclavistas.
Generalizando, puede decirse que los hechos son aproximadamente como sigue: la reina, al volver de su vuelo nupcial, ve y recluta obreras, y con ellas se va a fundar una colonia, o bien las obreras la apresan y la llevan consigo a su nido.
Suele suceder, cuando es grande la colonia, que haya en ella dos o tres reinas, que conviven en perfecta amistad, disponiendo cada cual de su corte, sin atacarse nunca, como lo harían si alguna de ellas hubiera estado en otro nido después de su vuelo nupcial.

Las obreras que capturan y adoptan una reina le cortan las alas y la vigilan hasta que se acostumbre.
Supongamos que una reina tenga ya corte y morada. En su casa las obreras le rinden homenaje y acatamiento, la saludan al pasar, alborozadas, y su alegría se manifiesta en actos típicos: algunas obreras corren y saltan en torno, otras se paran sobre sus patas traseras y le saltan encima. Por lo tanto, la reina está siempre muy bien acompañada.
Los nidos, que con tanto amor y habilidad construyen, son para las hormigas mucho más que lo que el sustantivo expresa; lo constituyen todo: casa, ciudad, fortaleza y depósito de víveres.

Hay tantos tipos de nidos como especies de hormigas.

Todos conocemos en América esos montículos blandos y porosos de tierra que salpican los campos, habitados y construidos por hormigas negras.

Otra especie americana hace en la arena un nido profundo en forma de caracol, cuya boca recuerda a un pequeño cráter.

Otra cavadora es la amarilla, que construye, según un plano esmeradísimo, una ciudad subterránea, con paredes, pisos, galerías, donde cada sitio tiene su objeto preciso.

La colorada de los bosques, no bastándole la tierra como material, amontona pinas y otras cosas, para cubrir su nido con una cúpula provista de puertas, que de noche cierra y de día abre, como las de una fortaleza. Esta hormiga produce, al ser apresada, una herida dolorosa: está dotada de mandíbulas poderosas, y suelta de su cuerpo un ácido cáustico, el fórmico, así llamado por haber sido aislado por primera vez del cuerpo de las hormigas, cuyo nombre latino es el de fórmica.