El momento más triste de la vida de un hombre célebre


Había llegado la hora en que este pobre animal debía morir como los otros. Nansen lo llamó, mientras su compañero, Johansen, hacia lo mismo con el otro; pero al querer ejecutar el triste acto, ninguno de los dos podía decidirse. Y así fue preciso que Nansen disparara sobre el perro de Johansen, y éste sobre el de su amigo, pudiendo asegurarse que no había en el mundo dos hombres más afligidos que ellos, precisamente cuando se hallaban más cercanos al polo Norte de lo que lo había estado hasta entonces ningún ser humano. Habían dejado su buque con veintiocho perros destinados a arrastrar sus trineos; al regresar al barco, después de su largo y terrible viaje, no conservaban a su lado uno solo de esos eficaces auxiliares. Quedaban a su espalda, muertos bajo las nieves eternas, los fieles amigos sin cuyo auxilio jamás hubieran logrado poner el pie en aquellos parajes.

No fueron los perros de Nansen los únicos que han dado sus vidas por las de sus dueños en las espantosas regiones septentrionales. Y si pudiesen hablar, de seguro dirían que morían gustosos. El antiquísimo compañerismo entre el hombre y el perro ha convertido a éste en un héroe, y son muchos los que se han sacrificado en bien de seres humanos. Innumerables historias podríamos citar aquí de los perros que han muerto de pesar sobre las tumbas de sus amos, testificando así la extremada lealtad y adhesión que por ellos sentían.