El topo, hábil constructor de una maravillosa madriguera


Hace muchos años, un escritor francés describió la vivienda del topo diciendo que era una complicada red de galerías y pasadizos convergentes en un soberbio salón central; y mostró dibujos que parecían planeados por un arquitecto; pero, recientemente, Lionel Adams, después de dedicar largo tiempo al estudio de estas fortalezas, según se las llamaba, no halló nada parecido a los anteriores dibujos. En casi todos los casos la guarida está excavada en el centro de un campo, aunque a veces el topo utiliza algún tocón hueco. En campo raso, algunos centímetros debajo de la superficie, ahueca el topo un espacio de las dimensiones de una hogaza grande, amontonando en el exterior la tierra extraída, cuya altura total llega a tener a veces sesenta centímetros. La entrada en esta cavidad está encima, a través de un túnel que se eleva hasta el nivel del suelo; su superficie está cubierta de hierba, de hojas o de una mezcla primorosamente tejida de unas y otras, sobre la cual descansa el topo, aunque sólo durante algunas horas, pues su extremado apetito lo obliga a dejar su albergue con frecuencia. Por debajo hay una galería de escape, que en caso de peligro imprevisto le permite abandonar la madriguera, y salir al exterior por una de las galerías principales. Estos animales hacen vida solitaria, excepto las hembras cuando tienen crías; la guarida que entonces habitan es más pequeña y carece de galería de escape, lo que parece indicar que ni aun en caso de peligro se decide la hembra a abandonar a sus hijos, que por lo común son tres o cuatro.