La maravillosa morada de las abejas; cómo se la construye


La abeja debe proveerse de los materiales con que levantar su morada. Para ello posee glándulas que segregan una sustancia blanca, plástica, muy moldeable a la temperatura reinante en la colmena, a la que llamamos cera. Su cuerpo es un minúsculo laboratorio en el que los hidratos de carbono de la miel se transforman en éteres complejos, en ácidos grasos y en hidrocarburos saturados; en una palabra, la miel se transforma en finísimas gotitas de cera que cubren la superficie de las glándulas de secreción cérea dejando, al condensarse, una delgada y transparente escama. Una abeja consume diez kilogramos de miel para obtener un kilogramo de cera.

Fijémonos ahora en el modo de construir el panal. Para ello las abejas se cuelgan en guirnaldas, y, una vez segregadas ocho escamas de cera, cada abeja hace una pequeña pelotita con sus mandíbulas y la va a depositar en la base del techo donde se inició la construcción del panal. Éste va adquiriendo forma bajo la hábil mandíbula de las obreras encargadas de la construcción: afinan las paredes, levantan las celdas una detrás de otra, hasta completar las cinco u ocho mil que forman un panal. Cada celda es un hexágono perfecto, y todo el trabajo ha sido realizado con la mayor economía de material posible, dada la resistencia lograda. Con 100 gramos de cera construyen las abejas un panal que puede contener indefinidamente de 3 a 4 kilogramos de miel. Así se prepara la cuna de las nuevas hermanas y el depósito para las reservas de miel y polen.