No cabe duda de que los gatos tratan de hablar a sus dueños


Son frecuentes los casos en que estos animales salvan a las personas de su particular amistad de los peligros inherentes a los incendios que estallan cuando la gente de casa está entregada al sueño. En Londres, una noche del mes de septiembre de 1906, dio un gato una prueba admirable de instinto y afecto. Los maullidos y arañazos del animal hicieron despertar a su dueña, quien, no acertando a explicarse la conducta del minino, tan manso y cariñoso de ordinario, levantóse despavorida y miró en torno de ella, descubriendo inmediatamente la causa del desasosiego del gato: el marido de esta señora había sufrido un ataque y yacía en tierra gravísimamente enfermo; y el solícito animal había llamado para que socorriesen inmediatamente al accidentado.

Un sacerdote, no hace de esto mucho tiempo, vio llegar por las tapias del jardín de su casa a un gatito pequeño que había permanecido ausente por espacio de una semana. La gata madre se hallaba tendida sobre el césped, y el gatito, que venía gordo y alegre después de tan larga ausencia, acercóse a ella, juntando los dos las cabezas, como si conversaran. A los pocos instantes, saltaron ambos la tapia y se marcharon. Estuvieron alejados de la casa durante más de una semana, y regresaron después en perfecto estado de nutrición. Indudablemente, el gatito, la primera vez que vino, debió de dar a su madre la noticia de algún descubrimiento apetitoso, y ella se marchó también a compartir con él su buena suerte.