El elefante: una inteligencia superior a la de los demás animales


Este paquidermo posee una voz semejante a la de un clarín, para comunicarse con sus compañeros a grandes distancias, y W. T. Hornaday que, hace ya algunos años, estuvo en la India con objeto de adquirir elefantes para el parque zoológico de Nueva York, nos refiere dé qué modo la utilizan. Diose una batida contra una manada de elefantes salvajes y se logró dividirlos en dos grupos, uno de los cuales encaminóse hacia el Norte y el otro hacia el Sur, acampando los cazadores entre ambos. A eso del oscurecer, empezaron los elefantes de los dos grupos a comunicarse entre sí por medio de sonidos semejantes a los de una corneta cuando toca llamada a las tropas. Uno de los grupos llamaba y el otro respondía, y pronto comprendieron los cazadores que los dos avanzaban en dirección contraria, a fin de reunirse, corro en efecto lo consiguieron, guiados por sus mutuas señales. Eran éstas, afirma el cazador, sonidos semejantes a los de una corneta, y en nada se parecían a ese resoplido especial del elefante cuando come.

Pero existe un lenguaje mudo que suelen emplear los elefantes con mucha frecuencia.

Debemos recordar que en épocas de grandes sequías se agotan muchas charcas en las que van a beber los animales; de suerte que gran número de ellos vense obligados a acudir a satisfacer su sed en otras charcas que aún conservan algún resto de agua, donde los enemigos se ponen con este motivo en contacto, habiéndoles enseñado la experiencia que el hombre suele ocultarse en sus alrededores con el propósito de cazarlos.

En cierta noche oscura de verano, un oficial inglés encaramóse en un árbol elevado, que dominaba uno de estos bebederos, con ánimo de esperar que viniese a saciar en él su sed una manada de elefantes. Aguardó por espacio de dos horas, sin descubrir el menor signo de vida, al cabo de las cuales un enorme elefante, de esos que sirven de guía a las manadas, salió del bosque, encaminóse a la charca con mucha precaución y se detuvo a su orilla, escuchando.

Satisfecho, al parecer, del resultado de su exploración, regresó al bosque y volvió al poco rato acompañado de otros cinco elefantes. Marcharon todos con lentitud hacia el agua, y el que hacía de jefe colocó a los demás dé guardia, de trecho en trecho, alrededor del bebedero. Regresó de nuevo al bosque, y al volver esta vez lo hizo con toda la manada.

Ochenta elefantes avanzaron en tropel hacia el agua, ansiosos de apagar su sed, pero no sin que el que los conducía se hubiese previamente cerciorado una vez más de que no existía peligro. Aguardaron hasta recibir instrucciones de él, y cuando les dio la señal, bebieron todos, incluso los centinelas, cuanto les vino en gana.

E1 oficial, que los contemplaba admirado, adquirió el convencimiento dé que todo aquel plan había sido convenido de antemano, y de que la manada obraba bajo la absoluta tutela y dirección del hermoso animal que la conducía. Aquello era un triunfo espléndido del lenguaje mudo.

En los elefantes domesticados nos es fácil observar algunas cosas realmente admirables. Dos elefantes domesticados tenían que subir con sus cargas a un lugar tan escarpado de la ¡montaña, que sus conductores colocaron troncos de árboles para que les sirviesen de escalones. Al primer elefante que subió no le agradó el penoso camino y se quejó con grandes gritos al que esperaba abajo. Éste lo ¡contemplaba con mucho interés, y no¡ podía estarse quieto, moviéndose sin cesar de un lado a otro, como si trátase de ayudar a su compañero, de la! misma manera que observamos qué los hombres mueven sus manos y ¡pies cuando contemplan ciertos ejercicios gimnásticos.

Por fin llegó el primero a la cumbre, y le tocó al otro el turno. Entonces el que estaba arriba dio muestras de; la misma nerviosidad que antes había experimentado el de abajo; en cuánto le fue posible, alargó su trompa; al que subía, y, enlazándola con la de! éste, lo ayudó a trepar los últimos peldaños.

¡Qué escena de alegría y regocijo desarrollóse entonces entre ambos! Abrazáronse con sus vigorosas trompas y permanecieron un rato frente a frente, como dándose el parabién por su afortunada ascensión.