El malicioso oficio de los indios encantadores de serpientes


A fin de obtener la recompensa que el gobierno británico ofrecía a los indígenas por cada serpiente venenosa muerta, procuraban éstos conservarlas vivas y matar luego las crías. Esto nos conduce a mencionar un rasgo interesante de las costumbres de la India. En muchos países del globo, los naturales adoran a las serpientes, como adoran a todo lo que ocasiona grandes males, fundándose en que es preciso venerar a toda potestad maligna y poderosa. En algunas regiones han erigido templos al cólera; y como son numerosos en la India los adoradores de las serpientes, es natural que no se atrevan a sacrificarlas. Ciertos hombres diestros y taimados fingen encantar a la terrible cobra, sosteniendo que mediante la música consiguen este resultado en la misma guarida del reptil; pero lo que en realidad hacen es exhibir serpientes amaestradas que llevan escondidas bajo sus trajes, presentándolas como ejemplares salvajes auténticos. Jamás dan muerte a ninguna de ellas, sino que se limitan a exhibirlas, y justifican su proceder declarando poseer un encanto que impide a las serpientes volverse contra ellos, y que perderían, según cuentan, si llegasen a matar una cobra. “Voy a llevarme este animal para soltarlo en otro bosque, lejos de aquí”, suelen decir. Sin duda ejercen cierta autoridad sobre sus serpientes, pero el secreto de su poder está en las crueldades que con ellas cometen.

Cuando cogen una cobra le arrojan un pedazo de tela que el reptil muerde al punto, y antes de que lo suelte, dan un fuerte tirón, lo que basta para romperle los colmillos. El mismo reptil se los rompe con frecuencia, pero no tardan en ser sustituidos.