El ermitaño de los bosques, gigante de los colibríes, cuya longitud es de veinte centímetros


Entre los más notables colibríes figura el de Jamaica, que tiene junto a la cola dos largas plumas, mucho más largas que el resto del cuerpo. El ermitaño, con su gran pico y luenga cola, habita en los bosques espesos, y se alimenta de insectos, en lugar de absorber los jugos de las flores, como hacen sus congéneres. El pájaro espada es el colibrí armado con el pico más largo. El macho tiene un cuerpo de diez centímetros, y un pico de igual longitud, siendo aventajado por la hembra, cuyo pico tiene casi doble longitud que su cuerpo. El colibrí gigante tiene veinte y aun más centímetros, y miden sus alas de doce a quince. Revolotea sobre las flores como los demás de su grupo, pero se mueve más despacio, y parece sostenerse ayudando a las alas con la cola, que cierra como un abanico.

Otro de los más bellos colibríes que se conocen, notable por tener la cola en forma de raqueta, posee en ésta dos largas plumas, y otras dos semejantes a las que adornan la base de la cabeza en la especie de ave del paraíso ya citada; son estas plumas desnudas y brillantes hasta su extremo, en donde nace la telilla plumosa en forma de raqueta. Hay también colibríes provistos de vistosas crestas y soberbios penachos; algunos, con las patas revestidas de plumas blancas, a manera de altas botas; otros, con la cabeza cubierta de penachos en forma de gorros de nieve, y otros, por fin, con picos largos, cortos, encorvados o vueltos hacia abajo, como una cimitarra musulmana. Jamás podremos decir que hemos contemplado todos los primores del plumaje, forma y vistoso aspecto de las aves, sin haber visto a estas encantadoras criaturas en su lugar de origen. Hay otros órdenes de aves lindas, que se confunden con los colibríes, pero sin que en realidad lo sean.

Debemos retroceder a la familia de las aves del paraíso, para trabar conocimiento con los tilonorrincos. El plumaje de los machos de la especie llamada común o de raso, es de un negro azulado, excepto las alas, que son de un negro subido. Son hermosos, pero nos interesan principalmente por el amor que ponen en el ornato de sus moradas. Hacen sus nidos como las aves ordinarias, pero construyen avenidas de ramillas, y casas o glorietas en donde se entregan a sus juegos. Los machos se ofrecen en espectáculo, y las hembras son cortejadas y obtenidas por el más hermoso. Pero mientras dura el cortejo, es esta glorieta un sitio encantador. Tiene a veces más de un metro de altura, está hecha de ramillas y decorada con las plumas vistosas perdidas por otras aves, con pedazos de tela recogidos junto a las viviendas humanas, huesos blanqueados por la acción de la intemperie y otros objetos más o menos adecuados. Pero el mejor elemento decorativo son las flores silvestres, que recogen en las cercanías y colocan ingeniosamente en sus construcciones. Y, cada día, las que han muerto son reemplazadas por otras frescas. Hay varias especies que tienen la costumbre de erigir estas glorietas. Una de ellas, que designan con el nombre de pájaro papua, fabrica al pie de los árboles una choza de unos sesenta centímetros, que cubre de musgo y rodea de una galería.

La reunión de varias aves para construir el edificio en que celebran sus asambleas recuerda a los notables pájaros tejedores, que forman una familia numerosa.