La araña que hace un agujero y lo cierra por medio de una tapa


Con ser tan admirables las proezas de la araña de jardín, resultan insignificantes, si se las compara con las de la araña trampera. Esta araña abunda en las regiones cálidas; pero existen algunas especies, aunque no son las de mayor tamaño, en los países templados.

La araña trampera abre en el suelo un agujero cilíndrico profundo, de treinta a sesenta centímetros de largo, y de dos a tres de ancho, revistiéndolo primero de un barniz que lo hace impermeable e impide que se desmoronen las paredes de tierra. Tapiza después ese tubo con una especie de papel de seda. Algunas de tales guaridas se componen de dos tubos: el primero desciende en línea recta, mientras el segundo viene a ser un ramal que se eleva, según una oblicua, en dirección a la superficie, pero sin llegar a ella, presentando el conjunto una forma ahorquillada. Pero la obra maestra de la araña es la puerta con que cierra la boca de su morada. Se compone de varias capas de seda y tierra, confundiéndose por su aspecto con el terreno en que está situada. La araña sabe disimularla con muchísima habilidad, cubriendo la parte de afuera con hojarasca y montoncitos de tierra, de manera que cuando dicha puerta está cerrada resulta imposible descubrir esa trampa.

La puerta va montada sobre una especie de gozne, de seda muy resistente, de manera que puede levantarse con suma facilidad empujándola desde abajo. Si acaso algún enemigo consigue descubrirla al perseguir a la araña, ésta se introduce rápidamente en su escondrijo y, cerrando la puerta, la sujeta con sus patas, de modo que no pueda ser abierta. Este caso es frecuente en ciertas partes del mundo, pues hay arañas que no se contentan con tener una sola puerta en sus viviendas, sino que suelen fabricarse dos; una en el extremo superior del conducto principal, y otra, de menor tamaño, algo más abajo, donde éste se comunica con el canal oblicuo.

La araña trampera vive en el fondo del tubo o conducto subterráneo. Sus sentidos deben ser muy finos, pues percibe los insectos más ligeros, pudiéndose decir que localiza de inmediato la llegada de una hormiga... En cuanto el insecto se acerca, sale de su celda, se apodera de el, lo arrastra hasta el fondo del agujero, y después de chupar los jugos contenidos en su cuerpo, saca fuera las partes duras, no comestibles, echándolas lo más lejos posible de su vivienda. Si ocurre en ésta un desperfecto cualquiera, la araña lo arregla al punto. Observando a las arañas tramperas cuando salen de noche, los naturalistas han podido descubrir sus curiosas habitaciones, y a fin de comprobar la tenacidad de esos animales, han quitado una y otra vez las puertas de sus moradas, quedando demostrado que la araña puede reparar el daño cinco veces, pero no más. Después de haber sido destruida su trampa por sexta vez, la araña renuncia a la lucha y va a esconderse a otra parte, en espera de acumular la provisión de seda suficiente para reanudar su labor.