De las grandes arañas que cogen en sus redes pájaros y ratones


Algunas arañas de los trópicos tejen telas cuya resistencia es muchísimo mayor que la de las telarañas que suelen verse en los países templados. En una de esas telas vino a enredarse un ratoncillo; la araña ensanchó la tela, añadiéndole nuevas hebras de longitud considerable, y por último consiguió levantar al ratón hasta una altura de diez centímetros -sin duda en la misma forma en que el niño a que nos referimos hubiera levantado los dos caballos mediante cintas de goma. Por tanto, no es de extrañar que las telarañas de esa naturaleza sean bastante resistentes para atrapar a los pájaros. Conviene, sin embargo, no confundir a esas especies de arañas con las migalas, o verdaderas cazadoras de pájaros. Estas últimas no cogen a su presa por medio de trampas, y si fabrican una tela, es siempre en alguna rendija de la corteza de los árboles o de las rocas, permaneciendo allí ocultas durante todo el día.

La mígala sale por la noche, y es un animal horroroso, tan grande como un ratón, pues se conocen ejemplares cuyo cuerpo mide 10 centímetros de largo. Con sus patas extendidas ocupa una superficie de unos treinta centímetros de diámetro. Puede trepar a donde se le antoje pues sus patas están cubiertas de unos pelos muy espesos y de materia sedosa, por lo cual puede encaramarse con suma facilidad por una placa de vidrio colocada en posición vertical. Se alimenta principalmente de escarabajos y otros insectos, pero es capaz de cebarse en cualquiera bestezuela que pueda cazar. Así es que cuando pasa algún pájaro a su alcance, la mígala se echa sobre él, lo sujeta y le chupa la sangre. Ésta es la más grande de las arañas, y una de las más famosas.

La picadura de la mígala, producida por el extremo de dos poderosos quelíceros en los cuales desembocan las glándulas venenosas, si bien no es mortal, provoca en el hombre molestias muy desagradables.

La tarántula es una araña muy conocida por su gran tamaño, al par que muy temible por su picadura; se creyó durante mucho tiempo que producía una enfermedad de carácter extraordinario, a la que se daba el nombre de tarantismo. Los médicos de antaño estudiaron el asunto con muchísima atención y llegaron a convencerse de que la música era el único remedio adecuado a esa dolencia; se publicaban libros que recomendaban este tratamiento e incluso citaban los títulos de las obras musicales que más alivio podían dar a las víctimas del tarantismo. Es cierto que la mordedura de la tarántula es venenosa, pero de ningún modo produce la supuesta “enfermedad del baile”, que era el nombre que se daba vulgarmente a la dolencia.