Los viajes de la perca trepadora, bajo los rayos del sol


La perca seguirá viviendo mientras conserve la humedad de sus branquias. Se apresura a llegar a otro arroyo o estanque, en el que pueda zambullirse, hallándose de nuevo en su elemento. Dícese que se encaraman a los árboles, sea para comer insectos o bien para beber el agua que se acumula en las grandes hojas cóncavas.

Claro está que, siempre que es posible, efectúan esos viajes por la noche, cuando el suelo está cubierto de rocío; pero, algunas veces, tardan más de lo que suponían, y han sido encontradas en pleno sol, arrastrándose penosamente por caminos polvorientos en busca del anhelado liquido.

Seis de estos peces fueron enviados en 1908 al Parque Zoológico de Londres. En el transcurso de la travesía desde Ceilán a Inglaterra, se salían con frecuencia de su depósito durante la noche, y al día siguiente se los hallaba sobre cubierta. Los ha habido, en ciertos parques zoológicos, que daban saltos de 40 centímetros, y recorrían por el suelo un espacio de más de 6 metros, lo cual no deja de ser notable, tratándose de un pez que sólo tiene 20 centímetros.

Las espinas o púas de la perca trepadora son formidables, y el animal sabe valerse de ellas; pero no lo son tanto como las tres que guarnecen el lomo del pequeño espinoso. A pesar de tratarse de un pez común, su vida y costumbres presentan sumo interés.