La armadura del rinoceronte lo protege de sus enemigos


La parte del cráneo del rinoceronte que corresponde a la base del cuerno es un hueso muy sólido y resistente, para poder soportar la gran presión que se ejerce sobre él cuando el animal, en uno de sus accesos de furor, embiste el tronco de un árbol; si no fuera por esto, se rompería la cabeza, o por lo menos quedaría aturdido por el choque. El cuerno puede resistir, por tanto, las mayores presiones; sin embargo, en cierta ocasión, una bala de fusil alcanzó a un rinoceronte en la punta del cuerno, y el animal cayó desplomado tan repentinamente, permaneciendo tendido en el suelo sin movimiento, que los cazadores creyeron que lo habían matado, y se adelantaron para despedazarlo. Pero no estaba muerto, sino tan sólo desvanecido, aunque pueda parecer extraño por tratarse de un animal tan grande; le había aturdido la agudeza de un choque tan distinto de los que estaba acostumbrado a recibir. Mediante ese cuerno, el rinoceronte lucha con sus enemigos y se procura la subsistencia en las selvas y los pantanos que frecuenta.

Pero la fuerza del rinoceronte no reside únicamente en su cuerno; posee, además, una extraordinaria resistencia contra las heridas. En el rinoceronte de la India, la piel es de un grosor enorme, pues alcanza cerca de cinco centímetros en el lomo y en los costados. Este cuero forma grandes repliegues, semejando una cubierta protectora, y realmente viene a ser una armadura de que la Naturaleza lo ha dotado, gracias a la cual no tiene que temer a ningún viviente, excepto al hombre y a ciertos enemigos diminutos que lo atormentan.

Dichos enemigos son las moscas y otros insectos que se introducen por las junturas de la piel y se albergan en gran número entre los repliegues en donde aquélla, por ser considerablemente menos espesa, les permite abrirse camino hasta la carne del rinoceronte. Para evitarlo, éste, que durante el día gusta de estar a la sombra, suele meterse en el agua cenagosa, en donde se revuelca, como lo liaría un cerdo, cubriéndose de lodo hasta que las moscas quedan ahogadas. Tiene además otro modo de procurarse alivio, y consiste en andar casi siempre acompañado de un ave llamada “pájaro del rinoceronte”, a quien permite que le corra por el cuerpo y se coma todos los insectos que le molestan. El rinoceronte no le hace ningún daño, sino que, por el contrario, se establece entre ambos una especie de asociación: en la piel del rinoceronte anidan las moscas que le sirven de alimento al ave, y ésta viene a picotearlas.

Convendrá que tengamos presente este hecho al tratar de los cocodrilos y caimanes, a quienes una especie de aves presta el servicio de mondadientes. El pájaro del rinoceronte es del tamaño del tordo; y dicen que con su agudo chirrido avisa a su compañero cuando se acerca algún peligro. Es muy interesante observar al rinoceronte, y también al hipopótamo, en algún parque zoológico. Parece que esos dos animales, junto con el elefante, contribuyen, más que otro cualquiera, a que nos figuremos lo que debieron de ser los animales de los tiempos prehistóricos. El rinoceronte, cuando permanece inmóvil o tendido en el suelo, semeja alguna forma rara esculpida en roca; el hipopótamo, con sus pequeños ojos y orejas, tan desproporcionados con su enorme cuerpo, da una idea del aspecto que debían de ofrecer aquellos monstruos de épocas remotas, en que la vida humana hubiera sido casi imposible en medio de tales enemigos.

Si reparamos en que, por una parte, vivieron en regiones hoy de clima templado el reno y otros animales árticos, y que, por otra, habitó también en ellos un animal como el hipopótamo, que ahora sólo se encuentra en el África tropical, vendremos en conocimiento de los grandes cambios de clima que han ocurrido en el mundo a través de los siglos.

¡Qué bestia tan espantosa sería el hipopótamo si tuviese las patas largas como las de un caballo! Las que posee son tan cortas, que se hace difícil creer cómo en esas condiciones puede alcanzar una altura de más de metro y medio y soportar un cuerpo de 4 metros de largo y 3 toneladas de peso. La piel de este mamífero africano, es desnuda, extraordinariamente gruesa y oleosa, y por debajo hay una capa espesa do grasa que conserva el calor del cuerpo cuando está dentro del agua.

Acaso no nos extrañe que ese animal pueda andar debajo del agua, pero tal vez nos sorprenderá el hecho de que pueda retener la respiración por espacio de más de cinco minutos. Parecería natural que un monstruo semejante se hundiese en cuanto se echara al agua; pero está adaptado de un modo tan maravilloso a su modo de vivir, que nada y se zambulle como un pez.