Astucia con que la ceballina sabe ocultarse en los árboles


Es evidente que si la piel de la cebellina fuese blanca, sería fácilmente visible cuando galea por las ramas; pero su pelaje pardo la confunde con las cortezas y hojarasca que la rodean. Y de este modo puede acercarse impunemente a las aves, que no suelen verla a tiempo para ponerse en salvo. Su color es el pabellón que la protege en tales cacerías; si fuese blanca perecería de hambre, pues las bayas no bastarían a sustentarla.

Tenemos, además, el buey almizclado, cuyo pelaje oscuro se destaca mucho sobre la nieve; ¿dónde está, pues, la protección que le ofrece el color? La facilidad con que puede ser visto no es un peligro para él, sino una protección. Un buey almizclado, por bravamente que luchase, no tardaría en ser presa de sus enemigos salvajes y sanguinarios. Todo su valor es incapaz de resistir los ataques de los animales dotados de poderosos colmillos. Pero este mismo pelaje que lo denuncia a largas distancias, le permite también descubrir fácilmente a sus congéneres, reunirse con ellos en manadas numerosas y hacer frente así al enemigo común, saliendo invariablemente victoriosos en la batalla.