¿Por qué las montañas no crecen indefinidamente en elevación si la nieve cae sobre ellas?


En realidad algo debe ocurrir con la nieve que cae sobre las montañas, porque de lo contrario se harían más elevadas, como la pregunta sugiere. Quienquiera que haga pregunta tan juiciosa merece una contestación esmerada. Cuando la nieve nueva cae sobre la vieja, queda ésta sometida a la presión ejercida por la masa acumulada de aquélla, y tiende a resbalar por su propio peso por las laderas de las montañas.
En virtud de dicha presión úñense los copos de nieve y se convierten en hielo; y, a pesar de ser la nieve tan ligera, el casquete de hielo que sostienen las montañas llega a veces a varios metros de espesor, y a un peso verdaderamente enorme. Al deslizarse lentamente por las laderas de las montañas, ábrese una especie de cauce, como hace el agua cuando corre a través de los valles, y así se originan ríos de hielo que designamos con el nombre de ventisqueros. Éstos pueden correr hacia el mar, en cuyas orillas desprenden las peligrosas montañas flotantes de hielo, o fundirse cuando en su descenso encuentran temperaturas propicias para ello. Sólo una parte pequeña de la nieve desciende en forma de aludes. Vemos, pues, que la nieve que cae en una montaña integra ese ciclo interminable que sigue el agua, pasando del aire a la tierra y al mar, de donde vuelve al aire como vapor, y que observamos de continuo en todos los lugares del globo.