¿Por qué parece que nos siguen a todas partes con la vista las caras de algunos retratos?


Toda persona observadora habrá notado este hecho y quizá haya advertido también que, por el contrario, otros retratos no nos miran jamás: cualquiera que sea el lugar en que nos coloquemos, aunque sea en la misma dirección en que ellos miran, nunca veremos sus ojos clavados en nosotros. Es decir, que las caras representadas en los cuadros o nos miran constantemente, o no nos miran jamás, cualquiera sea el lugar en que con respecto a ella nos situemos. Lo mismo ocurre exactamente con las caras fotografiadas.

La razón es muy sencilla. Si la persona de que se trate estuvo mirando al pintor o a la cámara fotográfica, mientras era retratada o fotografiada, siempre parecerá que nos mira su retrato, sea cual fuere el lugar en que nos coloquemos. Si, por el contrario, esa persona estuvo mirando a otro lado, cualquiera que sea el sitio donde nos pongamos nos parecerá que su retrato mira hacia el mismo lado. Es en extremo curioso contemplar una fotografía de un grupo de personas cuando todas ellas se han retratado mirando al objetivo de la máquina, pues si nos colocamos a un lado, veremos que todas tienen, la vista fija en nosotros, y, si nos trasladamos al lado opuesto, nos parecerá que todas las que componen el grupo se vuelven a un tiempo para mirarnos. Por el contrario, si ninguna miraba a la cámara al ser tomada la fotografía, jamás conseguiremos que nos miren, por mucho que mudemos de sitio.