¿Por qué el humo de un tren en marcha se desplaza en sentido opuesto a éste?


Cuando el humo deja la chimenea de la locomotora, sale animado de una velocidad exactamente igual a la de ésta y en su misma dirección; y si el tren caminase en el vacío, como sabemos que los cuerpos en movimiento siguen moviéndose siempre en línea recta y con una velocidad invariable, mientras circunstancias exteriores no lo impidan, el humo seguiría moviéndose hacia adelante, juntamente con el tren, y hasta le tomaría la delantera en el momento mismo en que el maquinista acortase la velocidad del convoy. Pero sabemos que el humo, al difundirse, penetra en el océano de aire por entre el cual el tren se va abriendo camino. Ahora bien, el aire tiende a detener el tren, como a parar todos los cuerpos que se mueven en su seno, y no hay maquinista que desconozca la importancia de la presión del aire; pero ésta, al par que retarda el movimiento del tren de manera bastante apreciable, retarda mucho más el del humo caliente y sutil que penetra en su seno. Ahora sólo nos resta explicar por qué el humo parece desplazarse en dirección opuesta al convoy. Esto, en realidad, no es exacto; el humo, por el contrario, sigue moviéndose en la misma dirección; pero con tal lentitud y por tan corta distancia que, comparado con el tren, parece que camina en dirección opuesta.

Sin embargo, si el viento sopla con fuerza en la misma dirección en que marcha el tren, el humo es empujado hacia adelante por el viento, y avanza con mayor velocidad que el tren. Éste es un fenómeno que también puede observarse con suma frecuencia en los buques de vapor. Aunque los efectos sean distintos, las leyes de la Naturaleza no se han alterado por eso. El aire arrastra al humo, a causa de la extremada ligereza de éste, con mucha más facilidad que al tren o al buque. En el primer caso, esto es cuando el viento es contrario, se opone a la marcha de ambos y logra detener el humo casi de un modo absoluto; mientras que en el segundo empuja a ambos hacia adelante, mas sólo logra arrastrar el humo de una manera apreciable.