Si nuestra piel es impermeable ¿cómo puede atravesarla la humedad?


Nuestra piel es realmente impermeable, y no deja que otra sustancia exterior penetre en ella, aunque permanezcamos sumergidos en el mar por espacio de varias horas. Si así no fuese, el baño constituiría un gran peligro. Pero se halla atravesada casi en todas sus regiones por unos canales de muy escaso diámetro que salen a la superficie a través de la capa impermeable, procedentes de la verdadera piel, que yace debajo de ella. Estos canales conducen el sudor, elaborado por unas glandulitas asentadas en la verdadera piel. El agua podría tal vez introducirse en éstos, de suerte que la piel no sería impermeable si por ellos no saliera el sudor, rechazando toda sustancia que pretenda inundarlos. Pero, aun suponiendo que lograse penetrar, no llegaría muy adentro, pues tropezaría al instante con una galería sin salida, sumamente estrecha, que es el interior de las glándulas sudoríparas. Si frotamos una sustancia contra la piel, con considerable fuerza, y si esta sustancia es algo así como el aceite de hígado de bacalao, que las glándulas sudoríparas se hallan propicias a absorber y transmitir a la sangre, podremos hacerla pasar al interior de la piel. También podemos lograr esto mismo, siempre que se trate de líquidos, por medio de la electricidad; pero, no siendo así, la piel es por completo impermeable, de fuera adentro, se entiende.

Sería una cosa magnifica que los hombres llegasen a inventar vestidos impermeables tan perfectos como la piel con que, graciosamente, nos dota la Naturaleza. Lo malo es que los impermeables que los hombres fabrican lo son en ambos sentidos: evitan que llegue el agua a nuestra piel, lo cual es muy ventajoso; pero impiden su transpiración, lo cual es perjudicial. Ésta es la razón por la que sentimos tanto calor y humedad cuando nos vemos precisados a usar el impermeable los días de lluvia.