La Resurrección


¡Revivió! ¿Cómo a la muerte
Su presa arrancada ha sido?
¡Revivió! ¿Qué brazo fuerte
Las negras puertas ha hundido?
¡Salvo está el que ayer pasivo
Violencia mortal sufrió!
Yo lo juro por Dios vivo
Que del túmulo lo alzó.

¡Revivió! Ya no reposa
Su cabeza en el sudario;
Arrumbada está la losa
Del sepulcro solitario.
¡Revivió! Yace a lo largo
El lienzo que lo envolvió;
Cual valiente, del letargo
El Señor se despertó.

Como al medio del camino
Si a la sombra de árbol alto
Se adormece el peregrino,
Vuelto en sí con sobresalto
Se sacude de la frente
La hoja seca, que cayó
Revolando lentamente,
Y sus párpados rozó:

Así el mármol sin objeto,
Que la urna angosta oprimía,
Aquel fuerte allí sujeto
Arrojó con valentía,
Cuando del limbo desierto
Vuelta su alma, dijo “Voy,”
Y al cuerpo callado y yerto:
“Levanta, contigo estoy.”

¿Qué gozosa voz despierta
A los santos de Israel?
El Señor abre la puerta,
¡El divinó Emmanuel!
Los que dormís aguardando,
Sacudid vuestro sopor:
Se acabó el destierro infando:
Vedlo, él es, el Redentor.

¿Antes de él al reino eterno
Qué mortal subido hubiera?
¿Quién de ese apagado infierno
Sacaros sino él pudiera?
Bajó, patriarcas creyentes,
Del enemigo el terror,
El deseado de las gentes,
El predicho vencedor.

Los profetas asombrosos
Que lo futuro han contado,
Como a los hijos curiosos
Cuenta el padre lo pasado,
Ven cumplido el grande evento,
Ven brillar el sumo sol.
Del cual su inspirado acento
Señalaba el arrebol;

Cuando Ageo e Isaías
Dieron garantia al mundo,
¡Oh deseado! que vendrías
A sanar su mal profundo;
Cuando los días contados
Leyó en su mente Daniel,
Y de años aun no brotados
Acordóse exacto y fiel.

Era el alba, y Magdalena,
Bañado su rostro en llanto,
Y las otras con gran pena
Plañían al maestro santo;
Ved ahí que la pendiente T
oda tiembla de Sión
Y la cohorte insolente
Desmaya de turbación.

Un mancebo rutilante
Desciende sobre el sepulcro:
Brilla cual rayo el semblante,
Cual nieve el vestido pulcro.
“¿Dónde lo pusieron, dónde?- 
Pregunta la triste- di.”
Y el joven cortés responde:
“Resucitó, no está aquí.”

Dejad el color violado
Con su adusta palidez
Y las capas sin bordado,
Y el oro brille otra vez:
Estola blanca cual lirios
Viste, oh sacerdote, y sal,
Y a la luz de alegres cirios
Anuncia a Cristo inmortal.

¡Goza, oh Madre; el coro canta,
Gózate, reina del cielo,
De quien como de arca santa
Dios tomó de carne el velo!
¡Resucitó cual predijo!
Ruega por la humana grey,
Ruega, pues ordena tu Hijo
Que tu ruego sea ley.

¡Alegría! el rito santo
Sólo alegría repite.
Hoy, hermanos, cesa el llanto,
Hoy es día de convite;
Hoy la madre más modesta
No se excusa de vestir
A sus niños muy de fiesta;
Todos salen a lucir.

Frugal del rico la mesa.
Sea alegre la del pobre;
Y en todas la dicha impresa,
A nadie falte ni sobre;
Y la paz, negada al fasto
De soberbia profusión,
Sonreír con tenue gasto
Haga la humilde mansión.

¡Lejos la procaz orgía,
La algazara y el tumulto!
¡Ah! no es ésta la alegría
A que el bueno rinde culto;
Sino dulce al par que austera,
Sino pura y celestial,
Preludio de la que espera
En la otra vida inmortal.

¡Dichoso el que ya la aurora
Ve asomar del día eterno!
Mas, ¡ay del que errante ahora
En las sombras del averno,
Corre a la muerte sin guía,
Dejando el camino fiel!
El que en el Señor confía
Resucitará con él.


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