NADA - Carlos Pezoa Velis


Carlos Pezoa Velis (1879-1908) es uno de los más briosos y personales poetas chilenos de principios de este siglo. A él le debemos esta melancólica y bien lograda composición.

Era un pobre diablo que siempre venía
Cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
Joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido,
Siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido!
Un día de invierno lo encontraron muerto
Dentro de un arroyo próximo a mi huerto,
Varios cazadores que con sus lebreles
Cantando marchaban... Entre sus papeles
No encontraron nada... Los jueces de turno
Hicieron preguntas al guardián nocturno:
Éste no sabía nada del extinto;
Ni el vecino Pérez, ni el vecino Pinto.
Una chica dijo que sería un loco
O algún vagabundo que comía poco,
Y un chusco que oía las conversaciones
Se tentó de risa... ¡Vaya unos simplones!
Una paletada le echó el panteonero;
Luego lió un cigarro, se caló el sombrero
Y emprendió la vuelta... Tras la paletada,
Nadie dijo nada, nadie dijo nada...
Los brazos rapidísimos enarca,
Y con ellos abarca
Cuanto acertó a mirar de monte a monte.

¡Oscuridad universal!... Su soplo
Levanta en torbellinos
El polvo de los campos agitado...
En las nubes retumba despeñado
El carro del Señor, y de sus ruedas
Brota el rayo veloz, se precipita,
Hiere y aterra al suelo,
Y su lívida luz inunda el cielo.

¡Qué rumor! ¿Es la lluvia?...
Desatada Cae a torrentes, oscurece al mundo,
Y todo es confusión, horror profundo.
Cielo, nubes, colinas, caro bosque,
¿Dó estáis?... Os busco en vano;
Desaparecisteis... La tormenta umbría
En los aires revuelve un océano
Que todo lo sepulta...
Al fin, mundo fatal, nos separamos:
El huracán y yo, solos estamos.

¡Sublime tempestad! ¡Cómo en tu seno
De tu solemne inspiración henchido,
Al mundo vil y miserable olvido,
Y alzo la frente, de delicia lleno!
¿Dó está el alma cobarde
Que teme tu rugir?... Yo en ti me elevo
Al trono del Señor: oigo en las nubes
El eco de su voz: siento a la tierra
Escucharle y temblar. Ferviente lloro
Desciende por mis pálidas mejillas,
Y su alta majestad trémulo adoro.