LOS POETAS Y LA NIÑEZ


Los poetas han cantado siempre y en todas partes el amor paternal y el amor de los hijos a sus padres, en hermosos versos.

Es éste en realidad un tema inagotable, ya que constituye uno de los sentimientos más universalmente humanos a la vez que uno de los más puros afectos que pueden tener cabida en el espíritu.

Pero fuera de este tema de resonancia verdaderamente universal, existieron algunos poetas que, inspirados en su amor a la niñez, se dedicaron a escribir para la infancia y crearon así una literatura poética de elevado valor estético, al mismo tiempo que lograban poner al alcance de la mente y de la sensibilidad infantil las bellezas del mundo natural y humano.

Muchos de estos poetas figuran en la historia de la literatura universal como genios de primer orden, lo que demuestra que la poesía infantil no rebaja de ninguna manera la musa sino que, por el contrario, amplía su visión llevándola al mundo de lo ínfimo y tiñe su alma de un delicado matiz de una sin igual pureza. Muy sabiamente ha dicho un gran pensador que el verdadero genio puede ser niño dos veces. Porque, en efecto, el genio es un hombre que nace ya con una inteligencia extraordinaria, que puede decirse ya inteligencia superior y adulta desde la niñez, pero al mismo tiempo conserva siempre, aun en la edad adulta, un corazón de niño, porque su corazón no envejece jamás y permanece fresco y puro hasta el borde del sepulcro.

Y en realidad las cosas más bellas del mundo sólo pueden verlas y sentirlas profundamente aquellos que tienen el corazón sencillo y puro. ¿No dijo Jesús que los limpios de corazón verían a Dios? Pero dijo más todavía cuando añadió que era menester hacerse puros y sencillos como niños para entrar en el Reino de los Cielos.

Toda la gloria de lo creado pertenece a los niños y toda la belleza del Universo sólo pueden gozarla plenamente quienes saben tornarse niños, limpiar su corazón y hacer su alma sencilla como el alma infantil.

Y esto fue precisamente lo que ocurrió con muchos grandes poetas, como Tennyson y Longfellow, que a través de las vicisitudes de una vida intelectual y sentimentalmente procelosa supieron conservar puras sus almas y sin doblez sus corazones.

Estos poetas florecieron en todas las lenguas y literaturas, pero en algunas de ellas aparecen con más frecuencia que en otras.