La poesía que canta al heroísmo y el amor a la patria


Todos los pueblos del mundo han tenido y tienen sus poetas patrióticos. En la América latina, conjunto de veinte naciones jóvenes, cuyos éxitos guerreros y cuyas luchas cívicas son relativamente recientes, la poesía que se inspira en el amor a la patria tiene numerosos y entusiastas cultivadores. En los países de antigua e ilustre historia, como España, donde a las grandezas del pasado responden mal las tristezas del presente, el patriotismo de los poetas suele revestir otro carácter, y en vez del poema enardecedor (que también suelen escribirlo los que viven lejos de la patria) se desahoga a menudo en la oda elegiaca y en la epístola satírica, ésta a semejanza de aquella tan valiente de Quevedo que comienza así:

No he de callar, por más que con el dedo. 
Ya tocando la boca o ya la frente, 
Silencio avises o amenaces miedo. 
¿No ha de haber un espíritu valiente? 
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? 
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Desde la Antigüedad clásica, desde los días de los latinos Juvenal y Persio, se vienen repitiendo estas vigorosas sátiras, plenas de elevado espíritu público y rebosantes de una austera filosofía civil, que bien pueden también ser incluidas entre las que clasificamos como poesía de acción y poesía patriótica, ya que se esfuerzan por encaminar al pueblo a su regeneración, excitándole a renovar sus antiguas glorias y a repudiar la faz sombría de los tiranos, sembradores de la corrupción y la infamia.

A esta misma especie de poesía de acción pertenecen muchas composiciones que celebran el heroísmo, el sacrificio privado o público y el amor a la tierra natal.

¿Quién no conoce en la América hispana al canto A Bolívar, del gran poeta cubano José María Heredia, o el Canto a San Martín, del vate argentino Olegario V. Andrade? ¿Quién no conoce en Italia el soberbio poema que Leopardi dedicara a su patria lamentándose por sus desdichas o los entusiastas y magníficos versos de Josué Carducci?