Canciones que personifican la vida de los pueblos: los himnos nacionales


Pero entre todas estas composiciones descuellan por su especial significación (ya que no siempre por su valor literario) los himnos patrios o canciones nacionales, a los que, en tal concepto, hemos reservado un puesto de honor en nuestro libro.

El himno nacional reviste el carácter de un objeto casi sagrado, no por su mérito poético sino por su valor simbólico, como el de la bandera.

Si lo oímos en nuestra propia patria sentimos, en un momento y en toda su intensidad, el amor al suelo donde nacimos, y en señal de veneración y respeto nos descubrimos respetuosamente; si estamos en el extranjero y asistimos a una fiesta patriótica donde se cante el himno del país, también nos descubriremos, saludando así al pueblo y a la nación de los cuales somos huéspedes.

El himno nacional es la expresión lírica que personifica la vida de un pueblo, presentándonoslo en los momentos culminantes de su historia. En su letra se encarna el orgullo de la libertad, que no se recibe como un don sino que "se conquista con sangre y se conserva con sudor y lágrimas", porque representa el más sublime entre los altos valores del espíritu. Y en su melodía, que acompaña como un celeste comentario la bizarría de los versos, se sublima el anhelo imperecedero de los pueblos de ser soberanos e independientes.

Es necesario comprender, sin embargo, que al entonar las alabanzas de nuestro propio suelo y de nuestra bandera, no hemos de ofuscarnos hasta el punto de menospreciar a los demás países, creyéndonos superiores a todos ellos. El amor patrio no ha de excluir jamás la consideración que debemos a nuestros semejantes, sea cual fuere el país en que vivan, la lengua que hablen y la religión que profesen. Y por otra parte, aunque estemos constantemente dispuestos a dar la vida por la patria, hemos de aspirar siempre a vivir los días serenos y reflexivos de la paz. El patriotismo sin amor a la libertad individual, a la justicia, a la paz y a la fraternidad internacional no tarda en degenerar en un nacionalismo retrógrado y barbarizante, semejante a aquél cuyas funestas consecuencias han desangrado a los pueblos de Europa y del orbe, en la pasada guerra mundial.