San Nicolás, célebre por la caridad oculta y sencilla


Paseaba cierto día un joven rico por las calles de su ciudad natal, cuando oyó gemidos y lamentos procedentes de la casa de un antiguo noble que, habiendo perdido todo su dinero, vivía en la miseria acompañado por sus tres hijas. Escuchó el joven, y oyó la voz de una de las muchachas que, en el silencio tranquilo de la tarde, decía:

-Padre, déjanos ir a la calle a mendigar; es demasiado duro morirse de hambre.

-Esperemos una noche más -respondió el padre-; rogaré a Dios que libre a mis hijas de tal desgracia.

Nicolás, que tal era el joven mencionado, corrió a su casa. Entre los tesoros que había heredado de su padre, tenía tres barras macizas de' oro. Tomó una, y dirigiéndose a la casa del noble, la arrojó a su interior por la ventana, y se alejó. Volvió otra noche y dejó la segunda barra; pocas noches después hizo lo mismo con la tercera barra. Pero en esta última ocasión fue descubierto, y el pobre padre, que creía que este oro había bajado del cielo, se arrodilló a los pies de Nicolás. Pero el santo, levantándolo, le dijo:

-Dad gracias a Dios, porque Él fue quien me envió a vosotros.

Muchas otras obras de caridad hizo Nicolás en nombre de Dios, y siempre en secreto; eso ha dado motivo a la tradición popular de algunos países, por ejemplo Inglaterra y Estados Unidos de América, la cual supone que san Nicolás, con el nombre de Santa Claus, desciende todos los años 'en Nochebuena para repartir a los niños juguetes y golosinas en nombre del Divino Maestro.