Fra Angélico, el pintor extático gloria de la pintura religiosa


Un famoso fraile de la Orden de Santo Domingo, al cual especialmente Italia debe tanta belleza artística, es aquel pintor delicado y exquisito conocido en todo el mundo con el nombre de Fra Angélico por las bellas cabezas de ángeles que pintaba.

Nació en 1387, y a los veinte años entró en el monasterio de Fiésole, donde dedicó toda su vida a la religión y a la pintura: sus cuadros y frescos, todos de asuntos religiosos, están llenos de gracia e inspiración. En 1436 fue al convento de San Marcos de Florencia -hoy museo nacional- y en él trazó sus más famosas pinturas. La mayor parte de sus trabajos se conservan intactos; algunos han sido restaurados, lo que equivale a decir que se habían deteriorado. Su fama se esparció rápidamente: llamado a pintar en Roma, el Papa, que de antemano conocía su santidad y gran valor, le ofreció el nombramiento de arzobispo de Florencia. Mas Fra Angélico, demasiado modesto para aceptar tal dignidad, le suplicó lo dejase en su vida humilde y tranquila. En el 1445 pintó en el Vaticano, y en el mismo año murió en Roma, donde está enterrado.

Su vida fue de bondad, de pureza, de calma y de tranquila fe. Venerábanlo los pobres, para quienes era un hermano. Ni la más tenue sombra de ambición oscureció la luz de su inteligencia; consideraba su valor personal como una dote de Dios: y así antes de ponerse a pintar solía arrodillarse a orar; luego se entregaba al trabajo y nunca llegó a borrar lo que había una vez trazado, pues al pintar estaba convencido de que trabajaba por inspiración divina.

Y, realmente, son sus figuras de una gracia tan pura y delicada, que no parecen humanas. Fra Angélico halló en la fe, la esperanza y la alegría; y sus obras reflejan la cristalina pureza de su alma.

Pintó los dolores y gozos de María, el Calvario, el triunfo de Jesucristo, las bellezas del Paraíso. Cuéntase que los días en que compuso la Crucifixión fueron tristísimos para él, y que al pintar tan sublime asunto no pudo reprimirse y lloró amargamente.