Bacon, el doctor admirable, verdadero milagro de sabiduría


Entre los años 1214 y 1294 vivió Rogerio Bacon, monje doctísimo, a quien sus contemporáneos llamaron “Doctor admirable” por sus vastísimos conocimientos científicos. Verdadero milagro de sabiduría para la época en que le tocó vivir, se decía de él que lo sabía todo y que no había límite a su conocimiento. Vistió el hábito franciscano y se dedicó al estudio de las matemáticas y de la ciencia experimental; fue en óptica el precursor de Galileo y de Newton; formuló juiciosas observaciones sobre los fenómenos de la propagación, reflexión y refracción de la luz; y no falta quien diga que fue el inventor del microscopio, del telescopio y de la pólvora.

En filosofía, fue el padre del método experimental, y no permaneció indiferente a los problemas de la metafísica de su tiempo; antes bien los llegó a conocer profundamente y los trató con cierta originalidad tendiendo a darles una solución antimetafísica. Su gran saber despertó envidia y sospechas.

Según las supersticiones de aquellos tiempos, lo creyeron en tratos con el demonio; y en Francia fue encarcelado. De la prisión salió con la salud quebrantada, y se encaminó a Inglaterra, su patria, donde murió, mártir de la ciencia.