La imprenta en América. Prioridad de México y Perú


El descubrimiento de América y su posterior e inmediata colonización significaron la introducción de la imprenta en el Nuevo Continente. En este sentido ocupa México el primer lugar, ya que en 1535 los españoles introdujeron en la tierra de los aztecas la primera imprenta, la de Esteban Martín, de cuyos talleres salió al año siguiente el primer libro impreso en América: Escala espiritual para llegar al cielo, de San Juan Clímaco. Cuatro años después se establece otro taller de impresiones, el de Juan Cromberger, regentado por Juan Pablos, al que siguieron otros varios, no solamente en la ciudad capital, sino en Puebla, Oaxaca, Veracruz y Guadalajara, de tal manera que desde el año de su introducción hasta la declaración de la Independencia, en 1821, los tórculos mexicanos imprimieron 12.000 libros y folletos, labor que no desmerece ni por su calidad ni por su cantidad de las publicaciones que se hacían en los más importantes centros europeos. Se imprimieron obras catequistas, educativas, cartillas, gramáticas y vocabularios de hablas indígenas en más de diez lenguas americanas; libros de filosofía, teología, medicina, náutica, artes militares, derecho, recreación, etcétera.

El segundo centro de América donde se instaló la imprenta fue Lima, adonde la llev5 el impresor italiano Antonio Ricardo, en 1580. Cuatro años después sale la primera obra de los tórculos limeños: Pragmática sobre los diez días del año. En 1635 funcionaban ya en Lima cuatro talleres de impresión, número que fue en aumento, de tal modo que en 1820 se habían impreso una cantidad de obras que oscilaba alrededor de las 4.000.

Ciento cinco años después que México tuvo Estados Unidos de América su primera imprenta, la del Colegio de Harvard, en Cambridge, Massachusetts, a las que siguieron la de Filadelfia, en 1681, y la de Nueva York, en 1693.

Los holandeses establecieron una imprenta en Pernambuco, Brasil, en 1647, cuando ocuparon ese puerto. Reconquistada la ciudad, desapareció la imprenta.

El obispo Payo Enríquez de Ribera instó y ayudó a José Pineda Ybarra a instalar, en 1660, una imprenta en Guatemala. Los primeros impresos realizados en la Habana aparecen en 1724, y en 1738 los de Bogotá, ciudad que, cincuenta años después, contó con cuatro talleres de imprenta.

Los jesuitas, grandes difundí dores de la cultura, tuvieron talleres de impresión en Ambato, Río Bamba y Quito (Ecuador) desde mediados del siglo Ashby y. en 1763, en Córdoba, Argentina, imprenta esta última que pasó a Buenos Aires en 1779.

En Santiago de Chile comenzó a funcionar la primera imprenta en 1780. En Montevideo fundaron una los ingleses, en 1807, durante las invasiones, para imprimir un periódico bilingüe de propaganda política: La estrella del Sur, de efímera vida. La instalada por españoles data de 1810. La primera imprenta de Caracas se estableció en 1808.

La instalación oficial de la imprenta en Brasil se señala en 1808, aunque ya en 1750 hubo una en Río de Janeiro, destruida, a poco de ser inaugurada, por orden de las autoridades portuguesas.

Pero la más extraordinaria de las imprentas americanas fue, sin lugar a dudas, la de las Misiones Jesuíticas de las provincias del Paraguay. Esta imprenta no fue importada como todas las demás que se establecieron en América, sino construida por artífices indígenas, bajo la dirección de los jesuitas, con maderas de la selva misionera. Los caracteres tipográficos eran de madera dura y estaño, fundidos ex profeso, con la cooperación de los indios. Los trabajos comenzaron a fines del siglo xvii y las prensas empezaron a funcionar a comienzos del siglo xviii. En el año 1700 se imprimió el Martirologio Romano, en guaraní; en 1704, el Fios Sanctorum, también en guaraní, y al año siguiente la notable obra De la diferencia entre lo temporal y lo eterno, con 43 láminas de cobre grabadas a buril y 67 viñetas e iniciales. Tanto la imprenta como las obras que salieron de ella muestran la extraordinaria capacidad manual de los indios de las misiones jesuíticas.