Tolomeo dejó al mundo un error que tardó trece siglos en ser rectificado


Pasados cerca de trescientos años, apareció otro famoso astrónomo, de quien se ha dicho que causó quizá más daño que provecho, a pesar de merecer con justicia el dictado de gran astrónomo. Era éste Claudio Tolomeo, matemático egipcio que vivió en el siglo ii d. de J. C. Estudió cuidadosamente las obras de Hiparco, y a este estudio añadió los resultados obtenidos por sus observaciones personales. Descubrió importantes cambios en el curso lunar, y que la luz, por proceder de una estrella distante, al entrar en una atmósfera más condensada, se refracta, es decir, se desvía de la dirección que lleva. Hasta aquí Tolomeo hizo mucho bien a la ciencia astronómica.

Pero cometió un error de gran trascendencia al declarar que la Tierra existe como un cuerpo fijo en medio del universo, y que los cielos dan vueltas a su alrededor cada 24 horas. Por espacio de trece siglos el mundo civilizado tuvo por dogma esta doctrina. Durante todo este tiempo creyó la gente que el cielo era una gran bóveda sólida que daba vueltas alrededor de un potente eje, adaptado a un hueco inmóvil, y que las estrellas estaban fijas en la superficie de la bóveda por medio de potentísimos clavos, o cosa semejante.

Verdad es que no siempre permaneció intacta esta creencia hasta el tiempo de Copérnico; pero lo sustancial del sistema de Tolomeo quedó incólume. Después de los griegos, los árabes se dedicaron a la astronomía. Encontraron las obras de Tolomeo setecientos años después de su muerte, y las recibieron sin objeciones de ninguna clase. Partiendo siempre de la creencia de que cuanto había dicho aquel astrónomo era cierto, sólo cuidaron de añadir algunas observaciones personales a los datos conocidos, sin acercarse a la realidad y a la verdad de que se había alejado Tolomeo.

Por este mismo tiempo, en que los sabios árabes recogían y puntualizaban esos varios hechos astronómicos en que se cifraba todo el progreso de la astronomía, Alfonso X, el Sabio. rey de León y de Castilla, a quien algunos dan el sobrenombre de el Astrónomo, nombró una comisión, compuesta de los rabinos más célebres de su tiempo, con el encargo de recoger cuantas observaciones pudieran dar nuevo impulso y, a ser posible, nuevas direcciones a la astronomía.

Fruto de esto fueron las Tablas Alfonsinas de Observaciones Astronómicas, en cuya colaboración trabajó personalmente el rey, las cuales, en medio del descuido, abandono y aun descrédito en que fue tenida la astronomía en la Edad Media, ponen de manifiesto un esfuerzo digno de figurar en la historia de esta ciencia. El sistema de Tolomeo quedó modificado en algunos puntos concernientes a los eclipses, a la oposición de los planetas y a varios más; pero sin cambio de ninguna clase en cuanto a lo esencial de su teoría.