Un gran descubrimiento olvidado por muchos años


En 1922, en el pequeño laboratorio del Hospital de Santa María, de la Universidad de Londres, un biólogo que allí investigaba encontró que las lágrimas y la saliva humanas contienen una sustancia peculiar capaz de destruir gérmenes. El biólogo que tal descubrimiento hiciera, doctor Alejandro Fleming, fue llevado, en la prosecución de esas investigaciones, a mejorar la técnica para obtener cultivos puros de diferentes gérmenes. En medio de sus trabajos se vio molestado por un moho que cubría los portaobjetos en que colocaba las preparaciones. El fenómeno, que muchas veces ocurriera en todos los laboratorios del mundo, a nadie había llamado la atención. Era un entorpecimiento muy común en la tarea de todos los días. Pero el doctor Fleming advirtió lo que a todos pasara inadvertido: ¡En el área invadida por el moho morían todos los gérmenes del preparado que había en la pequeña placa de cristal! Observaciones más atentas le permitieron comprobar que ese moho tenía el aspecto de un pincel, y era una variedad del hongo llamado Penicillium; como consecuencia de ello llamó penicilina a la sustancia obtenida de los medios de cultivo en que vivió el moho.

Tan pronto como Fleming tuvo a su disposición una cantidad suficiente de penicilina, pudo verificar el poder aniquilador de ésta frente a gran número de bacterias, y encontró también que destruía a algunas y a otras no. La penicilina fue descubierta y descrita por Fleming en 1928, pero su trabajo despertó muy poca atención en aquella época.