Luis Pasteur, que estudió los microbios a través del microscopio


Ya era posible realizar las más delicadas intervenciones quirúrgicas sin que el paciente experimentara el más leve dolor, y casos que antes hubieran parecido desesperados, fueron desde entonces relativamente sencillos. El número de operaciones quirúrgicas aumentó en gran modo, pero el número de muertos aumentó también. La cifra de mortalidad en los hospitales llegó a ser pavorosa. ¿Qué ocurría? Las operaciones en sí tenían un éxito completo; lo fatal eran los procedimientos posteriores. Las heridas que el bisturí del cirujano había abierto, no sanaban; docenas de muertes se seguían por la gangrena. Los pacientes sentían un profundo pavor. Los médicos estaban preocupados. ¿Por qué moría tanta gente luego de las operaciones, si éstas en sí mismas, se realizaban con todo éxito?

Mientras esto ocurría, un joven francés, nacido en Dóle, en diciembre de 1822, trabajaba en un problema que iba, inesperadamente, a arrojar mucha luz sobre la cuestión. Su nombre era Luis Pasteur. Su padre había sido soldado de Napoleón. Al dejar el ejército puso una curtiduría y en ella transcurrió la infancia del pequeño Luis. Tal vez por esta circunstancia al llegar a mayor eligió la carrera de químico. Pero Pasteur estaba llamado a lograr la gloria en el campo de la medicina. Por eso, aunque no fue un médico, lo citamos entre los más grandes que han existido.