Lord Lister, el hombre que salvó millones de vidas


Recordemos cuan pavorosas eran las muertes en los hospitales. Pues bien, uno de los más ilustres varones que estudiaron las causas de estas muertes fue José Lister, hijo segundo del sabio cuyo microscopio usaba Luis Pasteur. José Lister, posteriormente conocido como el ilustre lord Lister, fue el primer cirujano de su tiempo. Nació en Upton, Essex, Inglaterra, cinco años después del nacimiento de Luis Pasteur.

Cuando éste dio a conocer sus descubrimientos sobre las diminutas criaturas que vuelven agrios el vino y la leche, Lister intuyó que el efecto debía ser similar en las heridas del cuerpo humano. Observó que las lesiones graves podían ser curadas siempre que la piel no estuviese cortada o rota; mas si había una herida, seguíase aquella terrible corrupción de la carne llamada gangrena de hospital, que mataba a tantos pacientes como habían sido operados, a pesar de la nueva fuerza que Simpson pusiera al servicio del hombre. Lister sostuvo que si se podía apartar de la herida a estas pequeñas criaturas, los microbios, el paciente se restablecería.

¿Cómo se haría esto? El aire se encuentra y penetra por todas partes, y en el aire hay millones de microbios. Pensó entonces que el único medio de esterilizar la herida era aplicarle un poderoso desinfectante en el cual los microbios no pudiesen vivir. Así empezó aplicando fuerte ácido carbónico a la herida. Esto atajaba la gangrena, pero el ácido era tan fuerte, que la carne no sanaba sino muy lentamente.

Estábase todavía en los comienzos de lo que llamamos cirugía antiséptica, la cirugía que impide el envenenamiento de la sangre por la introducción de los gérmenes dañinos, o microbios, en las heridas.

Poco a poco Lister perfeccionó sus métodos. Desechó el fuerte ácido carbónico, y echó mano de uno de efectos más suaves; luego empleó una pulverización en la atmósfera y dejó de aplicar el ácido en la herida, esterilizando el aire en vez de esterilizar aquélla. Por último comprendió que el verdadero camino es esterilizar no sólo el aire, sino también cuanto se pone en contacto con la herida, los instrumentos, las manos del médico y todos los objetos de la habitación.

Era un descubrimiento magnífico en su sencillez. En realidad todo se reduce a esto: mantener la herida y el ambiente que rodea al paciente en condiciones absolutamente higiénicas, y la Naturaleza, más sabia que todos los médicos, hace el resto. La herida por sí sola puede sanar. Para permitirle realizar su obra debemos usar aseo perfecto, aseo en su más amplio sentido, esto es, antisepsia.

He aquí lo que estos dos grandes hombres, trabajando en países diferentes, hicieron por la humanidad. En Francia, Luis Pasteur, el químico, y en Inglaterra, José Lister, el cirujano, trabajaron a una, sin haberse nunca visto, para salvar a sus semejantes por medios que los hombres más sabios del mundo no habían soñado hasta entonces.

Desde luego, sólo hemos referido una parte de la obra de Pasteur. Nada le parecía demasiado difícil de intentar. Una plaga atacó a los gusanos de seda y causó daños enormes a Francia. Pues bien; Pasteur, que no había visto en su vida un gusano de seda, estudió el problema y atajó la plaga, restableciendo en Francia la prosperidad de su industria sericícola.