Italia es la cuna indiscutida de la música occidental


Los italianos se distinguieron siempre en el arte de los sonidos, y nos han legado páginas de indiscutible valor, tanto en la música sacra como en la profana. Después de san Ambrosio y de san Gregorio Magno, uno de los compositores de música religiosa que alcanzó fama mundial fue Juan Pedro Luis de Palestrina (nacido en Palestrina en 1525, y muerto en Roma en 1594), autor de una Misa tan hermosa que el Papa la consideró como prototipo en el género. Está consagrada al pontífice Marcelo II, quien sucedió a Julio III, en 1555, y que sólo vivió tres meses después de su exaltación al trono.

Palestrina alcanzó auténtica fama aún en vida, y mereció, por parte de sus contemporáneos, el apodo de Príncipe de la Música.

Sin embargo, donde los italianos descollaron más fue en la ópera, cuya historia registra nombres tan ilustres como el de Claudio Monteverdi (1567-1643), quien señala una etapa en el desarrollo y evolución de la misma. Posteriormente se organizaron varias escuelas operísticas, como la florentina, la veneciana, la romana y la napolitana.

A esta última pertenece Juan Paisiello, quien se distingue por la sencillez y la gracia de la inspiración, que no condicen con la naturaleza de su espíritu envanecido por el triunfo.