El esclavo que se hizo docto y célebre: el maestro Booker T. Washington


Veamos ahora la historia de otro hombre nacido esclavo: Booker T. Washington. Durante la segunda mitad del siglo pasado, en Estados Unidos de América, aunque no existiese ya la trata de negros, había, no obstante, miles y miles de esclavos, como lo eran también sus hijos. Los americanos del Norte insistían en que la esclavitud fuese abolida, mientras que los del Sur querían mantenerla; de ello surgió la guerra civil llamada de secesión, que originó jornadas muy sangrientas.

Booker Washington refiere que cuando la noticia de la victoria final del Norte llegó a la ciudad en que él, aún niño y esclavo, vivía con su madre y hermanos, todos igualmente esclavos, fueron llamados a casa del amo. La familia entera de éste estaba asomada al balcón; un oficial del ejército leyó en alta voz la gloriosa nueva: todos eran libres.

Booker Washington no tenía padre, pero sí padrastro, que vivía un poco lejos; y así, con toda su familia, partió en busca de aquél. Su escasa ropa fue cargada en un carrito; el camino, fatigoso y de centenares de kilómetros, fue recorrido a pie. A los pocos días de su llegada a la casa de su padrastro, fue mandado a la escuela.

En ella observó que todos los muchachos, al preguntarles cómo se llamaban, respondían dando nombre y apellido. Cuando le llegó el turno, para no ser menos, respondió: “Booker Washington”, pues Booker solamente le parecía poco; y tan ilustre apellido, así improvisado, lo conservó durante el resto de su vida.

Frecuentó la escuela poco tiempo, pues fue puesto a trabajar en una mina de carbón para ayudar a su familia con el salario. A pesar de ello, estudiaba de noche, e hizo tan rápidos progresos, que al fin obtuvo permiso de asistir a otra escuela. Se inscribió en el Instituto Hampton, en el estado de Virginia; para ganarse el sustento se colocó de portero en el mismo instituto y durante las vacaciones hacía de camarero. Tanto aprovechó en sus estudios que fue nombrado profesor de aquel centro de enseñanza, y cuando más tarde se abrió una escuela para negros, en la ciudad de Tuskegee, en Alabama, fue nombrado director de ella. Su valer como maestro y su carácter noble y recto hicieron de él uno de los nombres más conocidos y estimados de América.