Cómo se conoció, gracias a Pompeya, todo el arte antiguo


Es muy fácil comprender la importancia artística de Pompeya, si se piensa que allí, como si lo hubieran hecho a propósito, han quedado ejemplos del arte griego y del romano en sus diversas épocas, por una razón muy sencilla pero que verdaderamente parece un milagro.

Es sabido que muy poco se conocía de la pintura de los griegos. Artistas como Polignoto, que vivió en tiempos de Pericles, es decir, cinco siglos antes de Cristo, o como el famoso Apeles, nos eran, puede decirse, desconocidos. El tiempo había borrado sus obras. Sólo sabíamos lo que decían de ellos los escritores de la antigüedad, y lo que nos permitía imaginar la pintura de vasos y algunos trozos de muros hallados entre las ruinas. Pero es el caso que, desde que se puso de moda en Roma pintar las paredes interiores de las casas, las ciudades antiguas fueron llenando sus muros con copias, que son a veces verdaderas obras de arte, de las pinturas famosas de entonces. Tenían ante su vista las obras originales de Apeles, Parrasio, Zeuxis y otros pintores célebres de la antigüedad, y podían ver también los famosos muros pintados, tiempo atrás -pues Apeles pertenece a la época de Alejandro-, por el incomparable Polignoto. Y fue así como los romanos ricos hicieron copiar en las paredes de sus casas las obras maestras de su época, y adornaron sus habitaciones y galerías con pinturas al fresco, réplicas de las que admiraban en los templos y edificios públicos, tal como hacemos hoy cuando vamos a Europa y visitamos las iglesias o el Vaticano, donde se encuentran los famosos frescos de Giotto, Rafael, Miguel Ángel y tantos artistas ilustres.

Pero esas grandes mansiones del mundo romano desaparecieron con el tiempo, así como las pinturas y los templos magníficos. ¡Tan totalmente destruyeron los años aquella riqueza incomparable! Eso fue lo que no ocurrió en Pompeya, que, tan maravillosamente protegida por una verdadera cubierta protectora de ceniza volcánica, conservó intactas estas casas con todas sus pinturas, como si ésa hubiera sido la misión que al Vesubio le encomendara la Historia. Y hoy, contemplando sus paredes, pueden encontrarse en ellas ejemplos del arte griego y romano, gracias a una labor realizada en Pompeya durante una época que, considerada artísticamente, abarca desde los dos siglos anteriores a nuestra era, hasta poco más de mediados del primero.

Esto fue posible porque también aquí las cosas ocurrieron de modo que Pompeya pudiera registrar, como si dijéramos, todo el repertorio antiguo. Esta ciudad fue primero poblada por una tribu, los óseos, que fueron dominados por los etruscos. Ahora bien, como esta civilización etrusca tomó muchos ejemplos de los griegos, en los tiempos primitivos helenos, Pompeya registró en su arquitectura y su arte estas formas primeras del arte griego. Es así que a estas formas más antiguas se les llama primer estilo pompeyano. Posteriormente, cuando en el año 83 antes de J. C. se libró en Italia una gran guerra civil entre los demócratas y Sila, Pompeya luchó contra este célebre cónsul y dictador romano. La ciudad fue entonces casi destruida, y luego, conquistada por Sila -quien le puso el nombre con que ahora la conocemos-, debió ser reedificada. Esta circunstancia favoreció, en cierto modo, a Pompeya, pues así pudo ser renovada en su arte. Los artistas, siguiendo la moda del tiempo, decoraron y pintaron de modo distinto, y éste fue el segundo estilo. Más tarde, cuando Augusto tomó el poder, ocurrió otra modificación, porque este emperador tenía ideas muy apasionadas y quería que todo el arte se hiciese como él deseaba. Entre otras cosas, que se pareciera al arte clásico griego, es decir, al de los tiempos de Pericles. Y así nació el tercer estilo, que, además del arte de los tiempos de Augusto, nos mostró también, por la causa apuntada, el de la Grecia de los siglos v y iv antes de Cristo. Luego, en el año 63, ocurrió un terremoto, y Pompeya fue destruida en parte, y Nerón empezó su reedificación; pero este emperador también tenía opiniones particulares sobre el arte, y dio la pauta de los trabajos que debían hacerse. No quiso ya imitar a los griegos clásicos, cuya austeridad no agradaba a su inclinación por el lujo suntuoso y fantástico, y cultivó un arte que subsistió mucho tiempo después de que la erupción del Vesubio sepultara a Pompeya. Éste fue el denominado cuarto estilo.

¡Cuatro estilos en los que se condensa toda una muestra completa de la totalidad del arte antiguo! Acabamos de ver cómo, por una serie de acontecimientos, tan encadenados entre sí, fue ello posible. Parece increíble que las cosas hayan sucedido tal como si se hubiera querido: primero, que en una ciudad se conservaran hasta hoy tan numerosos y magníficos ejemplos de toda la pintura y el arte antiguo, y segundo, que fueran conservados de modo que ni las guerras ni el tiempo ni las devastaciones -tan numerosas en Italia- pudieran destruirlos. Esto lo cumplieron las cenizas del Vesubio. Gracias a ellas tiene tanta importancia artística para nosotros la antigua ciudad de Pompeya.