Los reformadores suizos, la vida y la religión del país


Suiza tuvo su propia Reforma al principio del siglo xvi, cuando gran número de personas, dando oídos a las predicaciones del reformador Zwinglio, se apartaron de la Iglesia de Roma. Por desgracia, la diversidad de sentimientos entre los cantones católico-romanos y los protestantes produjo una larga guerra civil.

No fue pequeña la parte que le cupo a Suiza en el progreso que mostró aquel siglo al interesarse con tanto empeño en cultivar el estudio y las bellas artes. Con razón puede sentirse orgulloso este país por haber producido escritores, sabios y artistas que dejaron tan hermosas obras en vitraux de color, en admirables esculturas, en objetos de cerámica pintada que han llegado hasta nuestros días. Los refugiados en Suiza a causa de persecuciones religiosas contribuyeron mucho al fomento del comercio y de la industria, principalmente, entre las últimas, a las de los tejidos de lana y seda. Pero, a pesar de esta prosperidad, debido a varias causas, no tardó en iniciarse el período de decadencia.

El denodado valor que mostró el pueblo suizo contra sus opresores difundió su fama militar por toda Europa, dando con ello ocasión a que se buscasen codiciosamente en otros ejércitos, especialmente en Francia, soldados suizos que prestaban servicios a cambio de un estipendio. Esto fue un grandísimo mal para la independencia de la nación.

Añádase a ello la influencia del despotismo de Luis XIV, que se esparció por Suiza como por toda Alemania, y la reacción contra el gobierno absoluto en la clase baja de la población, al verse privada de sus derechos, mientras los que gobernaban vivían en el lujo y en la opulencia. Tras numerosos alzamientos de dolorosos resultados, hallábase el país en muy triste condición, cuando el grito de la Revolución Francesa, “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, resonó por la llanura de Suiza, levantando en los ánimos las esperanzas de una suerte mejor.

Cuando Napoleón transformó como le plugo la faz de Europa, Suiza no pudo librarse del trastorno general. Los ejércitos franceses, que con frecuencia habían experimentado en este reducido país fiera resistencia, pasaron por las ciudades, atravesaron la llanura, ascendieron a las nevadas montañas. Napoleón abrió grandes caminos (el del Paso del Simplón es una verdadera maravilla del mundo),. como lo había hecho César muchos siglos antes; arrebató a Suiza dinero y tesoros de riqueza inmensa, y cambió el país en Federación Helvética, con dependencia directa del emperador. Naturalmente, los suizos odiaron la reducción de los cantones a un solo estado, y este odio resucitó el antiguo espíritu de valor y resistencia.

La mano de Napoleón pesó sobre Europa hasta la batalla de las Naciones, en Leipzig; mas los convenios adoptados en el congreso de Viena estuvieron lejos do satisfacer a los suizos. Muchos cambios había de experimentar todavía esta pequeña nación, durante el siglo xix, antes de que los veintidós cantones de que se compone se uniesen para formar una Unión Federal, quizá la más libre y la más. representativa del mundo.