El misionero irlandés que fundó una abadía en Suiza


Muchos grandes monasterios y abadías se fundaron y adquirieron particular importancia en tiempo de Carlomagno. Uno de ellos fue el de San Gall, fundado por un misionero irlandés, en el cual se dio esmerada enseñanza, se escribieron valiosos libros y se coleccionaron muchos más, durante la calamitosa época de guerras que se cernió sobre el país.

Al ser divididos los dominios de Carlomagno, las dos porciones, oriental y occidental, de lo que es ahora Suiza, quedaron nuevamente separadas, lo cual dio origen a un cambio constante de límites y de gobernadores, mientras el pueblo sostenía desesperada lucha para conservar alguno de los antiguos derechos, tan amados por todas las naciones de origen germano. Poderosos nobles y grandes familias que habían afianzado su poder en el país, trabajaron de consuno por destruir las libertades de los indígenas que vivían en el suelo patrio.

Cuando los emperadores germanos tomaron posesión de este territorio, gobernaron mediante nobles, cada vez más ambiciosos a medida que declinaba el poder del Sacro Imperio Romano. El engrandecimiento de las ciudades libres fue lo que más ayudó al pueblo a resistir a sus señores.