El zar Nicolás II, último monarca del imperio de todas las Rusias


Al fallecer Alejandro III, le sucedió en 1894, Nicolás II, quien iba a ser el último zar del imperio ruso. La primera preocupación del nuevo monarca fue la de consolidar el valor del rublo, unidad monetaria del país, lo que obtuvo mediante una alta cubertura en oro. Esta y otras medidas, tomadas por la acción eficiente de Sergio Witte, ministro de Hacienda, permitió a Rusia robustecer sus finanzas. Sin embargo, poco tiempo duró esta floreciente situación económica de la nación.

Rusia y Japón tenían firmado un convenio que establecía los derechos de cada potencia sobre algunas zonas del lejano Oriente. Los rusos, violando el tratado, ocuparon Port-Arthur en 1886. El Japón, ante este hecho, se consideró liberado del pacto y tomó, por su parte, otras medidas. Fracasadas que fueron las gestiones de una solución amistosa, el Imperio del Sol Naciente declaró la guerra a Rusia el 4 de febrero de 1904. A los pocos días la flota del Zar era destruida en Port-Arthur y suerte parecida sufrieron sus ejércitos de tierra.

La situación económica de ambos combatientes era desastrosa, y aceptaron por tal causa la mediación que Estados Unidos de América les hizo por intermedio de Teodoro Roosevelt, a la sazón su presidente. La paz se firmó en Portsmouth: Rusia perdió la soberanía sobre Corea y la parte meridional de Sajalín, sin recibir indemnización alguna.

Los últimos años del siglo xix encuentran a Rusia convertida en un país burgués y capitalista merced a la política industrializadora del ministro Witte. Pero con esto quedó también abonado el terreno para una más amplia actividad de los núcleos revolucionarios.

La influencia de Carlos Marx comenzó a sentirse por todo el vasto territorio ruso, en especial entre los pobladores de las regiones rurales, y en 1896 apareció el primer periódico marxista. Las huelgas de ese año y las de 1897, apoyada esta última por agentes extranjeros; las sangrientas represiones que las siguieron, y el manifiesto de Lenín de 1902, fueron preparando el clima revolucionario que, como consecuencia de los desastres de la primera Guerra Mundial, pondría fin en 1917 a la dinastía de los Romanov, con el asesinato de Nicolás II y de toda su familia.